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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hecha por los hombres, la guerra ha tenido siempre una resultante coherente con el factor humano. Era una obra humana, y tenía los defectos propios de la limitación humana.
Últimamente, sin embargo, con la introducción del automatismo, con la paulatina perfección de las máquinas bélicas, la guerra se ha transformado en algo cada vez más inhumano y terrible.
El personaje alemán de 'Duelo en el Atlántico' (1957) lo explica con su propio ejemplo.
En la Primera Guerra Mundial se metía en una lata de sardinas, llamado submarino y se sumergía bajo las aguas sin saber si podría volver a la superficie, los torpedos se disparaban por intuición y a veces ni siquiera llegaban a salir del tubo.
En la Segunda Guerra Mundial, todo está previsto, el torpedo sale con precisión matemática y rara vez falla un blanco y el submarino es una nave en posesión de múltiples facultades.
Un destructor americano trata de cazar a un submarino alemán y tras varios roces éste impacta uno de sus torpedos en el navío que poco a poco se va hundiendo, pero su capitán trata de hacer lo propio con el submarino antes de hundirse.
Este duelo en el Atlántico que se nos ofrece el cine es quizás un resto del pasado, algo que no volverá a ocurrir en el futuro, porque es la postrera manifestación de la guerra humana antes de que sea sustituida por la guerra de las máquinas.
Otro tema de esta película es el captar la lucha bélica sin enfocar el hecho desde ningún ángulo partidista.
Los dos contendientes, el destructor y el submarino, están en similar grado de simpatía respecto al espectador, y no se trata de saber quién vencerá, sino de captar el terrible horror de una lucha que disputan dos bandos que no quieren luchar, ni destruir.
Esto nos brinda la ocasión de conocer una obra que es auténtico cine, lejos de adaptaciones teatrales o literarias.
Es una obra fílmica independiente de cualquier valor, que está construida sobre dos puntos de vista, el yanqui y el germano.
¿Y qué es el cine sino el arte del cambio del punto de vista?.
Técnicamente el film es muy estimable, la dirección de Dick Powell, sin alardes, es justa, se identifica con el ambiente de ese barco y se consigue la atención sin descanso, ni baches.
Por momentos peca de reiterativa con escenas innecesarias, sobre todo al principio, con consecuencia de un planteamiento demasiado largo para el ritmo del conjunto.
Buena interpretación en general, más cualificada la de Curd Jürgens, que cada vez nos convence más.
Tiene la virtud, dentro de su limitación, de crear personajes completos y que toda la labor vaya en una misma línea.
Buen color y espléndida fotografía con una excelente banda de efectos y una música mucho más inferior que es lo más convencional y menos convincente de la cinta, ya que podía haber creado el compositor dos temas, uno para los americanos y otro para los alemanes.
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