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CRITICA
Por: PACO CASADO
La película que comentamos se puede comparar a unos fuegos artificiales.
Cuando asistimos a uno de estos espectáculos típicos de cualquier feria o verbena como fin de las fiestas o de una jornada, todos sabemos lo que vamos a ver, porque más o menos, serán como los que ya hemos contemplado repetidos otras veces con más o menos esplendor, colorido o fuerza en las explosiones.
No hay mucho arte en ello, creemos, más que el caprichoso y multicolor juego de las chispas configurando figuras al saltar de los cartuchos de los petardos y cohetes.
Puede variar el orden o la velocidad con que éstos se produzcan, faltar unos petardos y aparecer otros cohetes, pero en definitiva todo es lo mismo, es vistoso y alegra, sin duda, el fin de la fiesta.
Pues bien, después de esta disertación cohetera, hemos de decir que algo así es lo que ocurre con esta producción.
Ambientada en el año 1912 en los momentos en los que estalló la Revolución mexicana, Rod Douglas, un aventurero norteamericano, dirige a un grupo de soldados que están dispuestos a acabar con la hegemonía del bandolero Héctor Córdoba para el que unos rebeldes mexicanos han robado seis cañones del ejército de Estados Unidos, y el general Pershing envía a un grupo de inadaptados para recuperarlos para tratar de poner orden en la frontera entre México y Texas.
Se trata de un film de aventuras que toma prestados algunos referentes del cine del Oeste realizado en Europa, pero a pesar de ser una producción totalmente norteamericana, y en ella intervengan algunos actores y técnicos europeos, caso de los italianos Raf Vallone, Gabriele Tinti y del fotógrafo Antonio Macasoli o de la presencia de la actriz sevillana Soledad Miranda en el reparto aunque no figure su nombre.
Es una particular historia de acción ambientada en la frontera mexicana en una época en la que el western europeo está ya decayendo, no obstante entretiene y se deja ver con cierto interés en la que hay abundancia de muertes sangrientas, algunas escenas sádicas, tal vez innecesarias, y una violencia a veces demasiado brutal.
Ambientada su historia en la Revolución mexicana, nadie se llama a engaño de lo que va a contemplar, porque desde el principio sabemos qué es lo que va a suceder a lo largo del argumento, aunque ignoremos de alguna manera el modo y el orden en que se van a desarrollar los acontecimientos bélicos.
Al final, como en la verbena, faltarán unos protagonistas u otro que habrán caído durante la lucha, pero se habrá conseguido el fin, y se habrá terminado el espectáculo tal como está más o menos previsto.
Para que no falte de nada habrá también la traca final en la que hará que todo vuele por los aires de la manera más espectacular posible.
Paul Wendkos, director que en otras ocasiones nos ha interesado por su buen hacer en títulos anteriores, se ha limitado esta vez a poner su buen oficio en práctica al servicio de un correcto ritmo en el devenir de las imágenes y en el acontecer de los sucesos y aventuras narradas con una fotografía brillante y una notable dirección artística.
Los actores están en la misma línea.
El color colabora a pesar de ser De Luxe y la vibrante música de Elmer Bernstein no nos satisface plenamente, por más que sea de este autor tan clásico.
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