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CRITICA
Por: PACO CASADO
Blake Edwards es un excelente director de comedias que se ha dedicado últimamente en exclusiva a su serie sobre la Pantera Rosa, entremetiendo entre ellas '10, la mujer perfecta', que fue el lanzamiento mundial de Bo Derek, y 'S.O.B.: Sois honrados bandidos', donde el notable realizador descendía en poco en calidad y cuyo mini striptease de su mujer, la sofisticada Julie Andrews, escandalizó a más de uno al saber que Mary Poppins enseñaba su busto en un visto y no visto.
Con 'Victor o Victoria?' (1982) Blake Edwards resucita una vieja producción de la UFA, de igual título, dirigida en 1933 por el actor y periodista Reinhold Schuenzal, a través de un guion totalmente remozado y llevado a cabo en los famosos estudios Pingwood, en quince platós, donde se reconstruyeron los escenarios del viejo París de los años 30 en los que transcurre la acción en la que Victoria es una soprano sin dinero que no consigue trabajar en ningún local cuando conoce a Roddy, un homosexual que tiene la idea de convertirla en Víctor, un travesti que acaba triunfando en los cabarés de la ciudad.
Victoria no logra triunfar como cantante a pesar de sus extraordinarias cualidades y excelente voz que es capaz de romper copas y botellas de champagne con sus notas altas.
Un día se tropieza con Roddy un showman homosexual que le propone transformarla en un cantante gay, convirtiéndola así en el conde Victor Grassinsky.
A partir de ahí el éxito le sonríe y las complicadas situaciones en que se ven envueltos sirven para que Blake Edwards vuelva por sus fueros haciendo una comedia pícara, inteligente y deliciosamente divertida llena de buen gusto a pesar de que el tema puede parecer un tanto espinoso en principio.
Al mismo tiempo da pie para que su esposa, Julie Andrews, demuestra sus cualidades como actriz, bailarina y cantante, recordando sus lejanos triunfos de Sonrisas y lágrimas o Mary Poppins, formando una estupenda pareja con el viejo Robert Preston que está sensacional en el personaje del mánager gay.
Tampoco le van a la saga James Garner o Graham Stark en el papel de camarero.
Tras la primera hora en que se han dejado perfectamente marcados y situados a los personajes, se da rienda suelta a la comedia, a los exquisitos e inteligentes diálogos, a las situaciones divertidas, así como a las peleas en el cabaret o en el pasillo del hotel o ese auto homenaje a Peter Sellers en el Inspector Clouseau, con ese detective que se cae del taburete, se pilla el dedo con la puerta del armario o le destruye el paraguas un rayo bajo una lluvia torrencial, que hacen las delicias del espectador.
Y por si fuera poco, adorna la comedia con los números musicales y las canciones envueltas en la música de su habitual Henry Mancini para más certeza de calidad.
Anotemos en este capítulo, como curiosidad, la canción parodia del número dedicado a Sevilla que demuestra la universalidad de esta ciudad.
Pero si en una película es preciso el sentido del equilibrio en la dirección es en la comedia y Edwards en eso es un maestro, dando una vez más la medida justa en los actores, la inspiración y la magia necesaria, al mismo tiempo que no olvida tratar con dignidad el tema de la homosexualidad con exquisito tacto.
En definitiva una extraordinaria comedia realizada con buen gusto y divertida como la que más, algo que no abunda en el cine de hoy.
Oscar al mejor score adaptado. Globo de oro a Julie Andrews. César al mejor film extranjero. David de Donatello al guion y a Julie Andrews. Premio Sant Jordi a la mejor cinta extranjera y a Robert Preston.
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