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CRITICA
Por: PACO CASADO
La absurda, pero muy extendida relación que el ciudadano medio occidental hace entre democracia y desorden, como tema popular que es hoy en día, no podía quedar desaprovechado por una cinematografía como la italiana que se precia de ser una de las más avispadas en cuanto aprovechamiento de los temas más candentes que están de actualidad.
Y así, un director inscrito en la amplia corriente costumbrista del cine italiano, como es Luciano Salce, ha puesto en solfa la idea de los miedos y temblores del ciudadano medio en esta producción, 'Democracia con leche' (1977).
La historia es sencilla y casi un pretexto para acumular escenas exageradas y esperpénticas, ya que el medio elegido por los guionistas y Salce ha sido claramente el de un tratamiento grotesco y un tanto pasado de rosca.
El protagonista, Guido Belardinelli, es un hombre insignificante que después de llevar trabajando durante ocho años en el extranjero, en los pozos petrolíferos del Golfo Pérsico, regresa a Italia y se encuentra que su ciudad, la muy querida Milán, está muy cambiada.
Su sueño es montar una relojería, pero Italia ha cambiado mucho durante todo ese tiempo que permaneció trabajando en el extranjero y aunque es arriesgado en estos momentos, no obstante logra establecer su tienda, aunque sólo sea para verla cómo es destruida por unos gángsteres poco tiempo después.
En efecto, ya desde su misma llegada vamos a verlo metido en líos, uno tras otro, entre atracos, manifestaciones, agresividad constante, robos, feministas que quieren castrarlo, extremistas que saquean su tienda, familiares que no quieren ni siquiera pasar por delante de su puerta, calles desiertas a las ocho de la tarde, así como las bombas, son eventos que suceden a diario en las calles milanesas y salir a caminar y dar un paseo por las noches es bastante arriesgado y peligroso.
La parte buena de esta historia es que Guido conoce a una guapa chica que se hace llamar Mia y se enamora de ella.
Dado el tratamiento bastante exagerado y esperpéntico que Luciano Salce ha dado a este film, no siempre adecuado a las distintas escenas, el final feliz que ha elegido sobra, ya que parece sacado del tono biempensante y humanista del neorrealismo de los años cuarenta, que aquí ya resulta no sólo desfasado sino inadecuado, dada la historia que se nos cuenta y la ambientación que se nos ha dado previamente, situada muy a finales de la década de los años setenta.
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