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CRITICA
Por: PACO CASADO
El iniciador de esta serie de Los Inmortales fue el director australiano Rusell Mulcahy en 1986 que consiguió un cierto éxito lo que originó que de nuevo se pusiera tras la cámara para hacer la continuación con Los Inmortales II: El desafío (1991).
Pero al parecer debió quedar ya un poco harto y para esta tercera parte de la historia se ha elegido a un nuevo director, Andy Morahan, un hombre proveniente de la estética del videoclip habiendo realizado algunos de ellos para nombres tan importantes en la música de hoy como Tina Turner, Michael Jackson, Elton John o Guns and Roses.
La historia, una vez más, vuelve a darle vueltas a lo mismo.
El escocés Connor MacLeod, que ya en las precedentes, con la ayuda del noble español Juan Ramírez consiguió vencer a sus dos rivales anteriores, se ve amenazado de nuevo, esta vez por Kane, uno de sus enemigos más fieros, puesto que tras derrotar a Nakano, el más poderoso de los partidarios del bien, se hizo con sus poderes y su magia.
Ahora amenaza con eliminarle tras haber quedado libre de su enterramiento para la eternidad en una montaña del lejano Japón.
Como en los anteriores capítulos, la película adolece de un guion bastante confuso, ya que MacLeod recuerda episodios de su vida anterior ocurridos en siglos pasados, que confunden al espectador en el seguimiento de la historia.
La lucha entre estos inmortales ha de ser a espada y con ella separar la cabeza del cuerpo de su rival para acabar con su existencia.
Pero aquí debido a la magia del inmortal enemigo es capaz de partirlo en dos, de aparecer y desaparecer a su antojo o de quitar de enmedio objetos y personas a su capricho.
Esto no nos parece serio por muy en favor de la utilización de los efectos especiales que se quiera introducir en la trama para deslumbrar al espectador.
La técnica que pone en juego el nuevo director, que debuta así en el largometraje de ficción, de nada sirve si no lleva una coherencia con la narración, ya que a nadie convence.
La frialdad de Christopher Lambert y la ausencia del atractivo de Sean Connery en esta ocasión o de una banda sonora sugerente, como ocurría en la primera con la presencia de Queen, hacen que este nuevo capítulo se malogre sin convencer ni al crítico, ni creemos que tampoco al público.
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