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CRITICA
Por: PACO CASADO
Sección oficial del Festival de cine iberoamericano de Huelva.
Aldo es un viejo profesor de Teología, según su madre que vive en una residencia, porque el banco le quitó su casa y quiere que su hijo la recupere para poder volver a vivir con él.
En su día fue Aldemar, un predicador que predijo algunas de las cosas que iban a suceder, como algunos terremotos que finalmente se produjeron por lo que tuvo un gran número de seguidores.
Aún, en estos momentos, algunos lo recuerdan y lo reconocen en los lugares públicos, algo que a él le molesta, y otros hasta incluso compran sus programas grabados en DVD que dio por la televisión en sus días más álgidos, ya que desearían que volviera para poder continuar siguiendo sus enseñanzas.
Sin embargo otras personas creen lo contrario, que él tuvo la culpa del terremoto.
Un día en el mercado, ve que hay un joven que le sigue y trata de esquivarlo.
Pero llega un momento en el que el chico, llamado Gabriel, se le acerca, le habla, aunque él lo rechaza.
El joven sigue insistiendo y un día le ayuda a llevar unos sacos de cemento y poco a poco van teniendo una cierta relación con él.
Gabriel piensa que Aldo pierde el tiempo explicando unas ruinas históricas a los turistas que les pagan por su trabajo, lo que le permite seguir viviendo, aunque deba dos meses de alquiler.
Esta relación hace que vuelva a revisitar su pasado, en el que era como una especie de gurú espiritual, cuando este joven seguidor suyo le incita a volver.
En el argumento se mezclan varios temas como una clase de religión en la que Aldo es un enviado, los peligros de la fe como medicina que soluciona sus problemas o de los profetas que abusan de su poder, con temas exotéricos, de platillos volantes y posibles portales abiertos al más allá, invasores extraterrestres que tienen una base en el fondo del mar de donde salen esas naves que dicen ver de vez en cuando.
El guion, que busca un tema que sea distinto a lo frecuentado y conocido, deja un final abierto que no acaba de convencer al no quedar resuelto el problema planteado, ni clara la relación que Aldo tiene con algunos de ellos, alternando con las escenas de los turistas, las visitas a su madre o las conversaciones con Gabriel.
La directora Marité Ugas debutó en el largometraje con 'A la medianoche y media' (1999) al que siguió 'El chico que miente' (2011) y ahora nos ofrece su tercer largometraje en el que vuelve a colabora en el guion con Mariana Rondón como en el anterior, del que obtiene un destacado trabajo de Baldomero Cáceres al que le da respuesta el joven Miguel Dávalos.
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