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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando un personaje consigue atraer la atención del público y en su primera ocasión logra un triunfo resonante, es muy difícil que los productores no vuelvan a insistir sobre él en una nueva historia y así ocurre con 'Harry el fuerte' (1973).
Harry el sucio, así apodado en la película anterior el inspector Harry Callahan, vuelve ahora a llenar la pantalla con sus nuevas aventuras, como suele ocurrir siempre cuando un personaje apunta con su presencia a la diana del éxito, poniendo en suspense el ánimo del espectador que gusta de este género, que no sale defraudado.
Nuevamente hace acto de presencia con una serie de actuaciones más o menos coordinadas con las que se trama el argumento de este film del que es protagonista una vez más el detective Harry Callahan, el inspector más ingobernable de la policía de la ciudad que sufre una cuarentena impuesta por su jefe, el teniente Brigges, ya que acaba de descubrir que la oleada de asesinatos de gente del hampa está siendo cometida por unos individuos disfrazados de agentes de tráfico y ahora actúa con su nuevo compañero Earlington Smith.
Entre tanto los delincuentes que logran evitar el castigo de la justicia están siendo asesinados posteriormente.
Callahan comienza a investigar estos casos a pesar de las órdenes contrarias de sus superiores.
Pero por si acaso la fórmula fallara, los guionistas han preferido reforzar al personaje con un atractivo incentivo, como es en este caso el revolver Magnum 44 que hace su aparición ya en los créditos y que pronto se adivina que va a tener la misión de compartir los honores protagónicos con Clint Eastwood como un arma poderosa que le ayudará para poder perseguir a los delincuentes.
Las características del personaje no han cambiado, el actor tampoco y el esquema de la cinta continúa siendo casi el mismo que en la vez anterior, siendo el ya famoso agente el encargado de resolver varios casos para finalmente centrarse en el motivo central que llena gran parte del argumento que origina las muertes violentas que se suceden sin parar, como ya es habitual.
De esta manera la emoción se salpica a lo largo de toda la trama, así como los momentos espectaculares con las consabidas persecuciones ya sean en moto o en automóvil por las calles de la ciudad de San Francisco.
La película está correctamente dirigida por Ted Post, un realizador procedente de la televisión habituado a series de acción, al que recordarán por la realización del western Cometieron dos errores (1968) también con Clint Eastwood o de Regreso al planeta de los simios (1970).
Aquí tiene a su disposición un guion que dosifica bien las escenas que producen mayor emoción, lo que hace que no se pierda el interés en ningún momento, aunque sin conseguir unas excesivas cotas, pero manteniendo en un discreto tono la atención del espectador, ya que quien dirige la historia conoce bien el género.
Aunque la serie cambió en este caso de director, sin embargo se ha conservado como autor de la música a Lalo Schiffrin que lleva a cabo una partitura de fondo con características similares a la de la entrega anterior.
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