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CRITICA
Por: PACO CASADO
Luis García Berlanga tenía muchas ganas de hacer esta película desde hacía bastante tiempo, pero tras las persecuciones sufridas por la censura por su film anterior, 'Tamaño natural' (1974), había quedado un tanto en el olvido y ahora, al disfrutar de absoluta libertad, se ha planteado de nuevo y resuelto perfectamente llevar a cabo el proyecto.
Una vez más el director y su casi inseparable guionista Rafael Azcona, que tantos guiones le ha proporcionado a él y a Marco Ferreri entre otros, hacen un exhaustivo y detenido análisis de la sociedad española de finales de los años sesenta, una época que está aún reciente y por tanto viva en el recuerdo de todos, algo importante para que la sátira resulte más descarnada.
Se valen para ello de esa costumbre tan arraigada en la España franquista de las cacerías de perdices, que eran el lugar y motivo de reunión donde se cocían muchos aspectos de la política española, donde se nombraban o destituían ministros, se cambiaban de cartera o se influía de forma interesada en la política nacional y se concedían las mayores prebendas y favores.
En una de esas cacerías, montada en los alrededores de Madrid por un industrial catalán, Jaime Canivell, fabricante de porteros electrónicos, con objeto de promocionar su mercancía que acude con su amante para relacionarse con personajes importantes, se nos da un amplio espectro de la sociedad española.
A la cacería invita a ministros y aristócratas del franquismo, grandes nombres de la crónica social que se verán involucrados en la intrigas mercantiles del señor Canivell.
El pobre industrial, manejado por el influyente de turno, ignorante de cómo se desenvuelven estos ambientes, es más víctima que otra cosa de la trampa que pretendía tender para imponer, por decreto ley, su mercancía de que todas la viviendas tuvieran porteros electrónicos.
Está dispuesto a todo, a ceder comisiones, a convertirse en creyente practicante o a renunciar a su "amiguita" con tal de conseguir su propósito de hacer el negocio de su vida.
Hay en este film una extensa gama de personajes de esta clase social que partía el bacalao y se repartía los dividendos, sacándole rentabilidad a la perdiz, título que le quería poner Berlanga, pero que fue cambiado por razones de comercialidad.
Con esta situación casi única se nos ofrece una serie de lances que van poco a poco enriqueciendo el guion, a base de acumular personajes, que definen de un brochazo, que después van matizando a lo largo del desarrollo del divertido relato.
Las alusiones son claras a instituciones y entidades en muchas ocasiones.
En este sentido casi resultan crueles a veces, mientras en otras son paliadas por el humor, que no siempre es de color negro, y al final todo queda bastante claro.
Algunos personajes son un auténtico poema, como ese viejo marqués de Leguineche, casi impedido con su andador, mujeriego en su juventud, con su extraña colección de objetos eróticos, o su hijo que ha salido en algo a su padre, el propio industrial catalán del que hace una auténtica creación José Sazatornil, o su amante, Mónica Randall, por primera vez en un papel cómico y así podríamos seguir enumerando a todos y cada uno de ellos que están perfectamente metidos en la piel de sus respectivos personajes.
La labor era francamente difícil, no sólo por la gran cantidad de actores que se van entrecruzando sabiamente, en esta comedia sino porque la situación, Premio del Círculo de escritores cinematográficos españoles a la mejor película. Fotograma de plata a Mónica Randall como mejor intérprete en un film español.
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