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CRITICA
Por: PACO CASADO
Debe confiar muy poco su productor, que no es otro que Eddie Murphy, en el producto obtenido que, al margen de la pandemia, en lugar de estrenarla en cine ha ido directamente a las plataformas.
Akeem es el monarca de un país africano que un día se entera de que tiene un hijo bastardo, un tal Lavelle Junson, que ahora tiene 30 años y está buscando trabajo, que hace mucho tiempo fue concebido por una mujer, Mary Junson, mientras él estuvo en Norteamérica, por lo tanto de esta manera será el heredero de su país, ya que la ley dice que no pueden ser las mujeres.
En este caso ninguna de las tres hijas que tiene el rey legalmente con su esposa Lisa puede acceder al trono.
Debido a ello ni corto ni perezoso se va con su consejero Simmi en su busca a los Estados Unidos y tras dar con él se lo lleva a su país donde lo educará para que sea el heredero, sometiéndolo a una serie de pruebas que va superando poco a poco, aunque le queda la más difícil, cortarle los bigotes a un león.
Por medio en esta historia está el General Izzi que primero le propone que su hijo se case con una de sus hijas y en vista de que no acepta, tiempo más tarde le ofrecerá ahora a su hija Bopoto para que se case con su hijo, pero éste de quien está enamorado de verdad es de Mirembe, la joven peluquera, que es quien le hace tilín.
Con esta película se demuestra, una vez más, primero que nunca segundas partes fueron buenas y segundo, la falta de nuevas ideas del cine norteamericano que constantemente está recurriendo a hacer remakes cuando no son secuelas de éxitos anteriores como ocurre en este caso con El príncipe de Zamunda (1988) dirigida por John Landis, de donde sale esta loca historia aprovechando los caracteres que había creado el propio Eddie Murphy en la primera que se apropia también aquí de la producción y además no se conforma con otorgarse el personaje principal, que en este caso es lógico al ser una continuación, sino que también encarna otros tres más secundarios, como así mismo ocurre con Arsenio Hall que igualmente se encarga de incorporar a otros cuatro.
La escasa comicidad que tiene este film, que es de lo más convencional, no ofrece ninguna novedad, se extrae, como es habitual, de los contrastes, como ocurre cuando tanto Lavelle como May su madre llegan al reino y se admiran del lujo y de las costumbres tras estar poco menos que sumidos en la miseria en el barrio de Queens.
Tampoco se priva la historia de introducir varias canciones y números de baile que alargan una narración a la que claramente le sobran minutos, como va siendo ya costumbre en todas las nuevas producciones.
Han pasado casi cuarenta años de aquella primera cinta y han sido varias las generaciones que se han sucedido y muy posiblemente los jóvenes de hoy no la conozcan, por lo que no se puede beneficiar del éxito que tuvo aquella en su momento en la que Eddie Murphy estaba en alza siendo un actor muy cotizado dentro del cine de comedia de esos años.
Del director Craig Brewer, que hace con este su sexto largometraje, no conocíamos ninguno de los anteriormente realizado, pero tampoco habríamos perdido nada de no haber visto este ya que es una comedia sin gracia y con un ritmo que no es el adecuado para este género.
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