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CRITICA
Por: PACO CASADO
El éxito y el escándalo provocado en las puritanas mentes francesas por la canción de Serge Gainsbourg “Je t’aime, moi non plus”, interpretada por su inseparable Jane Birkin, indujo al avispado Gainsbourg a plasmar en imágenes el contenido erótico de la misma, para lo cual -y a pesar de su inexperiencia- asumió la total responsabilidad de la cinta.
Gainsbourg, evidentemente, no pretendía ni podía hacer un porno descarado, y para demostrar su capacidad y sus miras intelectuales, escogió a unos personajes marginales, intentó copiar los moldes del “underground” americano (para eso contaba con la inestimable ayuda de Dallesandro) y dedicó su cinta al escritor Boris Vian.
Lo que sucede es que Gainsbourg no es Warhol o Morrissey, y, por otro lado, en 1976, el “underground” pertenecía al pasado.
En realidad, Serge Gainsbourg no hace sino buscar una levísima excusa argumental que le permita poner en acción a Dallesandro y a la escuálida Birkin.
Una chica solitaria, de aspecto andrógino, se enamora de un fornido camionero, a la postre homosexual, con el que mantiene temporalmente una ambigua relación, que oscila entre la violencia y la ternura.
El guion de Gainsbourg, con una idea, en principio, no despreciable, en particular por los personajes, es de una ingenuidad pasmosa, auténticamente “naif”, carente por supuesto de imaginación y sentido cinematográfico, como igualmente primitiva es su realización.
Claro que si todo ello se adorna con miradas tristes, vidas deprimentes, y frases lapidarias en torno a la basura de la sociedad (asómbranse, pero nuestro protagonista, es un rebuscado paralelismo, se dedica a retirar desechos y objetos inútiles), no nos extraña que Gainsbourg consiga “épatar” y confundir a más de un incauto.
Pero, si ya de por sí, Dallesandro es una pose continua, un verdadero actor de piedra, verle recitando grandilocuencias resulta cuando menos ridículo.
Por lo demás, todo va encaminado a la secuencia central del camión, con la citada canción de fondo.
En último término “Je t’aime, moi non plus”, sirve para constatar el nefasto sentido del escándalo de la sociedad burguesa, que destroza cintas como “Saló o los 120 días de Sodoma” y beneficia a productos de esta índole, que de otra forma jamás habrían destacado. Aunque sólo sea en lo comercial..
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