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CRITICA
Por: PACO CASADO
En el quehacer cotidiano de un comisario de policía se encuentra el descubrir la preparación de un robo de un importante alijo de drogas y surge la lucha entre el deber profesional y los afectos e inclinaciones humanas del funcionario policial.
El mundo del director francés Jean-Pierre Melville supone un acercamiento a un universo cerrado y hostil que tuvo un buen reflejo en el llamado cine negro norteamericano, género en el que se inspira claramente el autor galo.
Desde su primera película vista en España, que fue El confidente (1962), su argumento ya se encontraba inmerso en el mundo de la delincuencia, no con prevención o prejuicios, sino como una profesión más.
A este le siguieron luego al año siguiente El guardaespaldas (1962) y entre otras, por destacar alguna de ellas, también Círculo rojo (1970), en la que Melville consiguió una gran perfección en su labor directiva, que fue la anterior a esta que comentamos, perfilando ya unas directrices habituales que había utilizado anteriormente en El silencio de un hombre (1968).
En esta ocasión se cuenta la historia de la realización de un atraco en una pequeña ciudad que resultó bastante inestable, con uno de los atracadores herido, llevado a cabo por un grupo de ladrones cuyo botín conseguido lo van a emplear en planear y realizar un segundo, esta vez más elaborado pero también bastante más arriesgado y espectacular que el anterior.
El líder del grupo es un tal Simon, que es el dueño de un club nocturno de París, que es muy buen amigo del comisario de policía Edouard Colemane.
Siguiendo en esa línea de crónica desapasionada y distanciada del mundo de la delincuencia, del fuera de la ley se sitúa este film 'Crónica negra' (1972), originalmente titulado Un flic, que mantiene las posiciones de su autor frente a unos personajes que él no quiere hacer ni positivos, ni negativos, aunque en este caso sus preferencias se inclinan cada vez más visiblemente por los fuera de la ley.
Así, el protagonista de la cinta es sin lugar a dudas Simon, que está muy bien interpretado por Richard Crenna, en tanto el incansable poli, encarnado por Alain Delon, recibe un duro tratamiento y estimación por parte del director.
Realizada con la perfección y la frialdad que es habitual en el cine de Jean-Pierre Melville, 'Crónica negra' (1972) tiene un bache de guion en su zona central, para luego recuperar totalmente el pulso con sutileza estilística, colores sombríos y economía narrativa en un gran final.
Tiene una excelente fotografía de Walter Wottitz y una música muy hermosa e interesante de Michel Colombier, aciertos que destacan junto a la actuación de unos actores muy ajustados a sus respectivos cometidos que interpretan automáticamente, como sabidos de memoria.
En definitiva nada nuevo en el universo de Jean-Pierre Melville, un director importante, pero que corre el peligro de repetirse o autoanularse si sigue trillando únicamente los mismos y repetidos caminos, aun cuando por ellos logre productos tan estupendo y valiosos como éste que tan pronto ha llegado a nuestras pantallas.
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