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CRITICA
Por: PACO CASADO
Mientras que la Emmanuelle blanca parece que ha dado por terminadas sus andanzas y aventuras amorosas, la Emanuelle negra, mucho más rentable, comercialmente hablando, continúa aprovechando los últimos éxitos de esta serie.
En esta ocasión Emanuelle no es una periodista, sino que se ha metido a monja en un convento, aunque se deja entrever un pasado bastante pecaminoso y turbulento del que ha renunciado y se ha arrepentido.
Ahora Emanuelle está dedicada a la oración y a una vida de servicio a los demás.
En este caso es la encargada de recoger a Monica Catsabriaga, la hija, de espíritu libre y amante de la libertad, de un rico barón, una alumna bastante díscola y depravada, que ingresa en el colegio, con la que sufre de caer en la tentación que le propone la pervertida jóven.
No le será fácil a Emanuelle mantenerla a raya, ya que la actitud salvaje de la chica le trae los recuerdos de su erótico pasado sexual, lo que le hará cuestionarse sus hábitos religiosos cuando un asesino, fugitivo de la justicia, se ha refugiado en el convento lo que le complica mucho más la existencia.
Al final los guionistas recurren al viejo truco del maestro del suspense, Alfred Hitchcock, en su película Con la muerte en los talones (1959) para cerrar esta historia.
Aquí la serie rompe con los directores anteriores introduciendo esta vez a Joseph Warren, o lo que es lo mismo, Giuseppe Vari, un endeble realizadsor italiano que tras dirigir algunos films de romanos y varios western europeos, para los que se camufló bajo este nombre, se limita a poner en imágenes de forma bastante torpe y sin mucha inteligencia, todas y cada una de las perversiones de la rubia protagonista, que van desde el lesbianismo hasta las más rebuscadas combinaciones volviendo loca a Emanuelle, a la comunidad del colegio y a tres apuestos jóvenes que toman el sol tumbados en una playa, junto a algunas compañeras del colegio, cuyas escenas van encaminadas únicamente a justificar la bien ganada calificación de película S.
La cinta es aburrida, ya que todos los numeritos sexuales entre Laura Gemser y Gabriele Tinti, que es su marido en la vida real, nos los tenemos ya más que aprendidos de memoria y nos nos llaman la atención en absoluto volverlos a ver de nuevo una y otra vez.
Como por otra parte no hay ninguna intención de hacer una obra artística y la película está llevada a un ritmo cansino y sin emoción, el resultado es que no está lograda en absoluto.
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