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CRITICA
Por: PACO CASADO
El género western ha ido evolucionando y entre tanto sus historias se iban situando en tiempos más cercanos en lugar de aquellos momentos en los que había que conquistar las tierras o luchar contra los indios en las que apenas aparecían cowboys afroamericanos a pesar de que eran la cuarta parte de ellos.
En la última época los caballos ya conviven con el coche y con el tren y los relatos cambian con el devenir de las nuevas décadas en las que comienzan a ser frecuentes los cowboys de raza negra.
En esos últimos años se sitúa la historia de Cole, que es enviado por Amahle, su madre, a vivir durante el verano con su padre, Harp Cole, del que está separado.
Cole es un rebelde adolescente de 15 años de Detroit con problemas, que ha sido expulsado varias veces de la escuela, que es dejado con su maleta en la puerta de la casa su progenitor del que piensa huir a la mañana siguiente ya que hace tiempo no se ven y no se llevan bien.
Su padre, que pasó cinco años en prisión, no desea hacerse cargo de su hijo al que no quiere.
Pero tras despertar se encuentra con Smush, un viejo amigo de la infancia, al que hace mucho tiempo que no ve y éste le quita la idea de volver con su madre, cuando lo lleva de fiesta, pero también lo puede meter por el mal camino de la delincuencia y el tráfico de droga, y Cole decide irse de la casa de su padre a vivir con su amigo.
Pronto encuentra trabajo para limpiar una de las cuadras de Nessie, donde se hace amigo de Boo, un caballo loco, tan rebelde como él, al que nadie ha podido domar.
Sin embargo un día el caballo se escapa de la cuadra y Cole lo encuentra, lo doma e incluso logra montarlo.
Cole se ve atrapado en un ambiente de pobreza y marginalidad, una vida delictiva y la dinámica subcultura de su distante padre, no obstante halla acomodo en una comunidad muy unida de vaqueros negros del norte de Filadelfia, donde descubre la vibrante vida de éstos cowboys urbanos de la ciudad, donde llevan existiendo durante más de un centenar de años dando un refugio seguro a sus vecinos a pesar de su pobreza, la violencia y la amenaza que ejercen sobre ellos los constructores para quedarse con sus viviendas.
El padre gana una carrera mientras que su amigo Smush sigue traficando, cambiando los lugares de entrega de la droga.
Mientras tanto los constructores que desean hacerse con las cuadras para edificar en su lugar viviendas, logran que la policía se lleve a los caballos bajo la acusación de estar desnutridos.
El guion está basado en la novela Gheto cowboy, de Greg Neri, publicada en 2011, cuyo drama bastante convencional está inspirado en los establos que existían en la calle Fletcher de Filadelfia con sus caballos, donde los afrocowboys mantienen la tradición de sus antepasados en el centro de la ciudad en el que se mezcla la ficción con la realidad, con algunas acciones un tanto estiradas que hace que le sobren bastantes minutos.
Mientras que la relación padre e hijo puede resultar tópica, es más interesante el aspecto documental de la película.
El actor británico Idris Elba encabeza el reparto como nombre más conocido del mismo, con algunos vaqueros reales, al tiempo que se hace cargo también de la producción, mientras que el protagonismo se lo lleva Caleb McLaughlin, al que el sombrero le sienta como a un santo dos pistolas, ambos hacen un trabajo eficaz, sin que destaquen por ningún motivo especial en su actuación.
Ricky Staub debuta en la dirección con esta su ópera prima que conduce de forma lenta, falta de ritmo, con esta anodina historia paterno filial en la que lo más interesante resulta el aspecto documental del trabajo de los vaqueros o de sus reuniones alrededor de una hoguera, al tiempo que toca temas como la masculinidad, la discriminación o el racismo.
Por otra parte la música no acaba de encajar en la historia.
Premio a Ricky Staub, un director a seguir, en el Festival de Palm Springs.
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