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CRITICA
Por: PACO CASADO
Con ocasión de la celebración del centenario de Luis García Berlanga, se repone ahora con honores de estreno esta obra suya, 'Moros y cristianos' (1987).
Con este motivo les ofrecemos la crítica que mereció en su día.
Con extraordinaria puntualidad llega hoy a las pantallas españolas esta obra tras haber tenido la primicia en el Festival de cine de Valladolid, elegida como apertura y que ha servido para tributarle un homenaje a un hombre tímido, que no le gusta figurar en ningún sitio, que rehuye a las cámaras, uno de los guionistas de más prestigio de nuestro cine y conocido mundialmente como Rafael Azcona, donde se proyectará una docena de títulos de los más representativos basado en sus guiones.
Luis García Berlanga hace con 'Moros y cristianos' (1987) la película número quince de su filmografía con su cine inconfundible, casi siempre en compañía de su inseparable guionista Rafael Azcona, ya que ambos le dan un carácter muy personal a los temas que tocan y generalmente llevados a cabo de manera coral en la que participa una gran cantidad de personajes que suelen barajar muy bien.
En esta ocasión cuentan la historia de la familia Planchadell y Calabuig, fabricantes de turrones en Jjijona, que un día se marchan a Madrid en encontrar un mayor horizonte para sus productos en una feria gastronómica y en busca de un nuevo lanzamiento comercial de la marca, pero sin gastarse mucho dinero, pretendiendo salir en la televisión para así paliar la falta de una inversión en publicidad.
Cuentan con el asesoramiento de imagen de una hermana de la familia que es aspirante a diputada.
Todo el film en sí pretende ser una sátira en torno a los creadores de imagen que juegan con la vanidad de aquellos que buscan su asesoramiento, aunque como en este caso hayan incluso de cambiar su marca habitual de turrón por la de Moros y cristianos, para así introducirse más fácilmente en la actual sociedad de consumo.
Berlanga aborda aquí, con su tono coloquial y coral, el aspecto de la despersonalización individual y colectiva, un tema profundo como es la pérdida de la identidad personal y social que en cierto modo se malogra por un tratamiento de farsa cómico-satírica con determinadas vulgaridades muy berlanguianas.
Como suele ser últimamente en el cine de esta pareja se trata de una cinta coral en la que abunda una gran cantidad de personajes que en este caso se compone del padre, los hijos y cuantos les rodean, incluidos unos frailes que también tratan de vender el licor que ellos mismo fabrican y de camino elevar a los altares a su fundador, o la hermana que pretende llegar a ser diputada, entre otros.
Se suman también la secretaria del asesor de imagen, los criados, las esposas, y cuantos pasan por un programa de televisión o por una cena para conseguir el premio de la Musa Europea.
No cabe la menor duda de que tratándose de Berlanga y Azcona no queda títere con cabeza en esta astracanada berlanguiana, que no era otra cosa lo que pretendía hacer, con la que una vez más tiende a la comedia popular, aunque para ello haya de tirar de la sal gorda o el humor del más grueso calibre a base de chistes verbales o visuales de la clase que sea con tal de conseguir la risa del espectador, aunque no siempre la consiga.
Goya a la mejor actriz de reparto para Verónica Forqué.
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