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CRITICA
Por: PACO CASADO
Aunque lo frecuente sea que los directores debutantes basen su primer guión en sus propias experiencias, en este caso con Alex Proyas no ha sido así, ya que tras fracasar en sus tres películas anteriores por diferentes circunstancias, esta vez ha intentado ser más sincero y contar una sencilla historia basada en sus vivencias.
Él fracasó como batería de un conjunto de rock y eso es lo que cuenta en esta ocasión, los avatares que vive un grupo musical para intentar destacar en el panorama de la música australiana y salir del barrio en el que viven sin mucho horizonte por delante.
Los problemas que narra no son sólo de corte profesional sino también amoroso, ya que hay una chica, Kate, de la que está enamorado Freddy, el líder del grupo, y está embarazada de Joe, el guitarrista.
Al mismo tiempo aprovecha para dar un panorama de ese mundillo musical por dentro, de la corrupción existente entre los mánagers de los que se aprovechan sexualmente las cantantes para firmar los contratos y conseguir grabar un disco, del problema de los grupos independientes para que éstos escuchen sus maquetas, de la droga que se consume, etc.
Alex Proyas cambia del oscurantismos de sus cintas anteriores como 'El Cuervo' o 'Dark City' a esta comedia más luminosa y alegre, hecha con estética de video-clips, recuperando así algo que conoce bien por los muchos que hizo antes de pasar al largometraje.
Si bien el argumento no interesa grandemente sí el trabajo de algunos de sus actores, jóvenes promesas del cine australiano, caso de Maya Stange, que fue nominada a los premios del Instituto de Cinematografía de aquel país, así como el sonido y la producción.
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