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CRITICA
Por: PACO CASADO
Dos hombres son puestos en libertad tras cumplir sus respectivas condenas de la prisión federal de Yuma en 1898.
Uno de ellos es Peter Van Hoek, conocido como El holandés, que únicamente piensa en vengarse de los habitantes de una pequeña población minera que hicieron que lo metieran entre rejas de manera injusta.
El otro, llamado John McBain, quiere comenzar por el camino recto, pero se deja convencer por su compañero para ayudarle en su plan y quedarse con el oro que han extraído entre tanto los mineros.
Sus destinos finalmente convergen en la ciudad minera de Prescott.
El tema resulta en cierto modo original dentro del género, aunque comenzó a perder su pureza cuando se empezó a escribir el guion.
Se trata del robo de una mina de oro llevado a cabo en beneficio de su propietario, que desconocía la existencia de dicho filón, y realizado por uno de los legítimos dueños del terreno, que había sido ilegalmente desposeído de él, y otro compañero, puesto en libertad, juntamente con él, de la prisión federal a que alude el título castellano de esta película: 'Arizona prisión federal' (1958).
Se trata de un sólido western basado en la novela escrita por W.R. Burnett, y a la vez es una especie de remake del film con el mismo nombre La jungla de asfalto (1950).
Cinta de violencia, en la que impera más este elemento que en los clásicos del Oeste, no obstante carece del carácter sombrío de la primera versión, merced a los toques de humor con que supo salpicarlo su director, todo un especialista en el género.
Alan Ladd estaba destinado a protagonizar este tipo de películas de acción, en las que la movilidad y astucia del personaje interesaban más que el estudio psicológico de sus pasiones.
Es una de las mejores protagonizadas por el rubio actor en la última etapa de su carrera cinematográfica, un intérprete que es recordado por su corta estatura y su escasa expresividad.
No hay que esperar de este film ninguna sutileza.
Pretende ser muy físico, ante todo, y eso lo consigue de sobra.
También logra entretener exclusivamente a quienes no quieran pedir al western otra cosa que pasar un buen rato en una sala de cine.
La interpretación es discreta destacando la actuación de Ernest Borgnine sobre todos los demás, que había ganado el Oscar por Marty (1955) tres años antes.
Delmer Daves, el director, demuestra que sabe hacer bien este tipo de cine, aunque no le cogiera en la mejor etapa de sus films del Oeste.
Durante el rodaje se enamoraron Ernest Borgnine y Katy Jurado y terminaron casándose.
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