|
CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine canadiense, como el australiano, está ganando cada día más adeptos, conquistando mercados y haciendo unas producciones de una corrección bastante digna.
Únicamente tiene un defecto con respecto al australiano y es que no tiene una personalidad propia, ni entidad suficiente como para imponer géneros o modas como lo ha hecho en algunas ocasiones el cine de las antípodas.
El tema de la violencia en las aulas viene de antiguo en el cine norteamericano, cinematografía que suele copiar con bastante frecuencia el canadiense cuando no se asocia con él.
Recuerden en este género aquella buena película titulada Semillas de maldad (1955) dirigida por Richard Brooks, con la inclusión por primera vez en la banda sonora de un ritmo de rock and roll en el cine.
Desde entonces aquí se han sucedido multitud de films que denuncian este mal en los colegios.
Algo sucede en la escuela Lincoln que un día aparece cubierta de graffiti, los profesores llevan armas y los alumnos han de pasar el detector de metales al entrar.
En esta ocasión se nos cuenta la historia de Andrew Norris un nuevo profesor de música que es el primero que se enfrenta a Peter Stegman y su brutal pandilla de desalmados enloquecidos que comercian con drogas y prostitución, que se han hecho los amos de la institución en cuestión.
Al hacerle frente, los ataques mutuos se suceden, culminando con la violencia abiertamente y con una venganza a muerte, lo que hace que la policía comience a investigar el suceso sin mucho éxito.
El guion, según el propio director, dice que se basa en historias reales aparecidas en los periódicos.
La cinta es un tanto maniquea en la división de buenos y malos y predispone al espectador a favor de la violencia impulsada por la misma provocación que hacen los terribles alumnos con sus actos violentos, encerronas, drogas y muertes, teniendo siempre una coartada, ante la que la justicia se siente impotente, o volviendo los hechos que ellos mismos ocasionan contra el profesor que se ve cogido con frecuencia en su trampa.
Con estos elemento es fácil causar impacto en el espectador.
Tiene un correcto trabajo de los actores y una dirección eficiente de Mark L. Lester, mientras que la música de Lalo Schifrin pasa bastante desapercibida en esta ocasión.
En la banda sonora se incluye la canción compuesta por Lalo Schifrin 'I am the future', cantada por Alice Cooper.
MÁS INFORMACIÓN DE INTERÉS
BANDA SONORA
VIDEO ENTREVISTAS
AUDIOS
PREMIERE