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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta producción resulta de la mezcla de la ciencia ficción y el comic, en la que se cuenta la historia de un guerrero que pertenece a una raza de hombres que están destinados a ser inmortales a lo largo de los tiempos y condenados a luchar entre ellos hasta que sólo quede uno que se hará con todo el poder.
Así la narración comienza en nuestros días en la ciudad de Nueva York y tendrá que retroceder hasta el año 1536 para poder conocer los orígenes de esta rivalidad existente del héroe con su enemigo, al que únicamente podrá vencer cortándole la cabeza con una espada.
Es una raza de guerreros valientes que vive atrapada a través de los tiempos desde el siglo XVI hasta nuestros días, sometida a constante duelos a muerte hasta que sólo quede uno que se hará con los poderes de todos los demás.
Así el espadachín escocés inmortal Connor MacLeod deberá enfrentarse al último de sus oponentes inmortales, Kurgan, un bárbaro y brutal asesino, que ansía el legendario premio de ser el más poderoso al sumar los poderes de todos los inmortales.
Russell Mulcahy, director australiano, nos demostró ya con su primera película Razorback: Los colmillos del infierno, (1984) que posee un buen gusto por la estética fílmica puesta de relieve en aquel film, como igualmente la exhibe en este Los inmortales (1986), que es su cuarto largometraje, demostrando que sabe componer los planos, narrando con agilidad, situando adecuadamente la cámara y sacando partido del lenguaje cinematográfico en todo momento.
Por todo ello no cuajará un buen producto definitivamente hasta que no tenga un notable guion entre sus manos, porque tanto en la citada anteriormente como en ésta, se limita a exponer los elementos superficiales, sin profundizar en la esencia de lo que se quiere contar.
En este caso el guion resulta confuso, con constantes saltos en el tiempo que despistan al espectador, aunque se traslade la acción a distintas épocas.
La estética puesta al servicio del tema por Russell Mulcahy hace que la cinta resulte efectista y la narración se desmadre en aras de conseguir que sea lo más espectacular posible tratando de sorprender al espectador, mientras que los baches narrativos se hacen muy evidentes.
En la interpretación no nos convence la actuación de Christopher Lambert, mientras que Sean Connery incorpora a Juan Sánchez Villa-Lobos Ramírez, un aristócrata español que resulta un tanto folclórico, de guardarropía.
La música para la banda sonora compuesta por Michael Kamen, está adornada con la canción A king of magic, interpretada por Queen.
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