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CRITICA
Por: PACO CASADO
El nuevo y maravilloso mundo que construyó Walt Disney a través de sus producciones era, a veces, también algo difícil.
Hacer cine con buenos sentimientos mediante bellísimas películas, corría el riesgo de aproximarse al niño, pero al mismo tiempo se podía caer en el infantilismo.
Sin embargo Disney era el único que lo logra en estos momentos.
Con frecuencia la productora repite actores en sus repartos que son habituales de la casa, como ocurre en 'Un gato del FBI' (1965) con Haley Mills, la joven actriz que fue lanzada en el film 'Polyana' (1960) y repitió en 'Tú a Boston y yo a California' (1961), o también el caso de Dean Jones.
Igualmente ocurre con Robert Stevenson, que es el director más repetido de Walt Disney en la década de los años sesenta.
No obstante se nota perfectamente en esta cinta que Robert Stevenson no se ha sentido cómodo, no ha mostrado gran interés por el argumento y el guion que le han facilitado para realizar en esta ocasión.
A la par, tener que someterse al mundo disneyano le hace aparecer incómodo durante toda la narración.
Es cierto que no se le pueden reprochar muchos defectos en la construcción de la película, pero sí se le puede achacar una cierta falta de imaginación, de fantasía, de aportación personal, en resumen: de creación.
El resultado es el que puede esperarse con una historia como esta que es demasiado simple para ser estirada hasta llegar casi a las dos horas de metraje, si bien por el contrario el número de personaje es excesivo en torno a este travieso gato que sin darse cuenta da con el paradero de dos atracadores de banco que mantienen a la cajera como rehén.
Las idas y venidas del minino hacen desesperar a los agentes del FBI que le siguen la pista hasta llegar a la secuencia final, a la esperada solución feliz que afecta no sólo a la detención de los malvados sino al encarcelamiento de cuantos personajes antipáticos, como el engreído vecino o la señora chismosa, que van apareciendo a lo largo de la narración.
El film es simplemente un producto medio de Hollywood, correcto, aunque algo soso en todos los sentidos, con una buena música de Bob Brunner, formidable fotografía de Edward Colman con un color irregular a ratos, decorados muy visibles e interpretación ajustada.
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