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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando un director llega a la cumbre de su carrera, su filmografía resulta difícil de mejorar, y tratando de superarse a sí mismo, no siempre lo suele conseguir.
Esto es lo que le ha ocurrido al realizador francés Claude Chabrol.
Es un cineasta que tras dar algunos pasos irregulares al comienzo, parecía que se había centrado en una clase de cine que era el que le iba bien y que consiguió dominar poco a poco hasta culminar en su nueva etapa en su anterior película 'Al anochecer' (1971), una obra plenamente madura y llena de aciertos totales.
Con 'La década prodigiosa' (1971), Claude Chabrol ha querido superarse a sí mismo, empleando un tipo de cine algo artificial, que no es el sencillo y esquemático que había seguido últimamente.
Théo, un hombre que aprovechó aquella década prodigiosa de los años veinte para hacerse multimillonario, vive hoy retirado en una fabulosa mansión campestre en la Alsacia, en compañía de su joven esposa Helena, hija del que fuera su jardinero.
Théo se encargó de la tutela de Charles, al que acaba convirtiendo en su hijo adoptivo y heredero de su inmensa fortuna.
Charles Van Horn es un joven escultor con una rara inclinación por despertarse en extraños hoteles con la memoria en blanco y con las manos ensangrentadas.
Debido a ello invita a un viejo amigo de la familia, el ex profesor Paul Regis, a la mansión provincial que tiene su multimillonario padre, semejante a la del gran Gatsby, y pronto descubre que debajo de la apariencia burguesa hay todo un clan atado a un círculo ilícito de chantajes, relaciones incestuosas, robos, falsedad y asesinatos, además de un triángulo entre el millonario, su joven esposa y su nuevo hijo adoptivo.
Realmente nos cuesta trabajo introducirnos en el argumento de este film en el que no llegamos a entrar hasta que no ha avanzado un poco la narración, tal vez motivado por el tipo de la puesta en escena que ha adoptado esta vez, mucho más complicada y algo retorcida.
Por otra parte posiblemente influya el elegir la novela Ten das wonder de Ellery Queen (seudónimo de Frederic Danna y Manfred Lee), que está tan llena de símbolos que creemos que le perjudica, porque se basa en algo facilón que hasta puede caer en el tópico.
Esto se ve aumentado por la elección del reparto de actores, comenzando por el propio Orson Welles, que si no deja de estar bien en su trabajo, no cabe duda de que es el centro de atención de la historia e incluso influye, como siempre que actúa como actor, en la realización.
Como homenaje y admiración nos parece bien, e incluso su papel de Théo van Horn, un multimillonario que vive con todo lujo en su mansión, le cuadra perfectamente.
No podemos decir lo mismo de Anthony Perkins como Charles van Horm, el hijo del desequilibrado Théo, a quien lo encontramos un tanto amanerado y lleno de tics por todos lados hasta hacer su personaje realmente insoportable.
Por otra parte el carácter policiaco dado a la cinta contrarresta con la dañina simbologia, antes apuntada, pero se resuelve todo satisfactoriamente al final y de manera aparentemente fácil,
La película es un notable thriller que está muy bien interpretado que no deja de tener interés, considerando que la crítica tiene que estar a la altura exigible al nivel conseguido por la obra de Claude Chabrol.
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