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CRITICA
Por: PACO CASADO
Siempre hemos mostrado nuestra admiración pos Stanley Kramer, uno de los pocos hombres ligados al cine por verdadera vocación.
Primero como productor y ahora también como director, que nunca ha hecho cine no solamente por la comercialidad, sino que ante todo ha sido un hombre que ha buscado la calidad de sus productos.
De su primera época como productor se pueden destacar 'Hombres' (1950), dirigida por Fred Zinneman, que fue el descubrimiento del actor Marlon Brando, aunque posteriormente otros productores y directores quisieron arrogarse ese honor, y 'Solo ante el peligro' (1952), entre otras.
Tras pasar al campo de la dirección con 'No serás un extraño' (1955) hace después 'Orgullo y pasión' (1957), rodada en España, siendo Fugitivos (1958) su tercer largometraje.
Todas las películas tienen una constante común: su preocupación por el hombre ante diversas circunstancias, como por ejemplo la invalidez, la elección de carrera, la guerra, el problema racial, la psicosis de terror, la soledad entre otros temas, algunos de los cuales se encuentran en los films que hemos apuntado.
Aquí hace un notable retrato sobre la amistad y el respeto entre dos seres totalmente distintos y una reflexión sobre el racismo.
Por otra parte tiene Kramer una gran preparación técnica, lo que hace que sus cintas tengan siempre un alto valor cinematográfico.
'Fugitivos' (1958), está realizada con una impecable factura desde su comienzo, con ese plano antológico del vuelco del camión por la carretera que da origen a la fuga de los dos hombres.
El guion es simple: dos convictos, John y Noah, de distinta raza se escapan de un furgón que traslada a los dos prisioneros unidos por una cadena: uno es blanco, el otro de raza negra.
Tendrán que aprender a llevarse bien para evitar ser capturados de nuevo, a pesar del odio recíproco que se tienen, mientras son perseguidos por el sheriff Man Muller.
Dos cadenas los unen, una la material de acero, la que le han puesto los agentes de la justicia, la otra la inmaterial que es la cadena del odio racial.
Mediante todo el proceso creador de esta historia, una se va desvaneciendo poco a poco, la segunda, la más importante, ya que la primera comparada con esta otra tiene un valor secundario ya que en cualquier momento pueden librarse de ella, cuando cumplan su condena, por ejemplo, pero la otra es mucho más difícil de suprimir, si no se emplea la comprensión y el amor al prójimo aunque sea de otro color de piel.
En el sentido psicológico de esos dos hombres unidos por el destino está el mayor mérito de esta película y también su interesante mensaje.
Nos llega a la cartelera precedida de gran fama y de numerosos premios internacionales, todos ellos muy justificados.
No obstante podríamos señalarle algunos fallos de orden técnico, tales como dos escenas metidas de manera forzada, como la llegada de los dos al campamento resinero y el encuentro con la mujer, que manifiesta su amor hacia el blanco, que nada viene a decir en el desarrollo argumental, aunque introducidas con el fin de levantar la trama psicológica.
Técnicamente, como ya hemos indicado, está muy bien realizada con buena música de Ernest Gold y fotografía de Sam Leavitt, ambientación de primera calidad, etc.,
Tanto Tony Curtis como Sidney Poitier hacen un trabajo portentoso destacando sobre el resto del reparto.
Oscar al guion y a la fotografía en blanco y negro. Globo de oro al mejor film dramático. Bafta para Sidney Poitier. Oso de plata en Berlín a Sidney Poitier. Premio Bodil. Premio Edgar Alan Poe al guion. Laurel de oro a la fotografía. Premio de los editores de sonido. Tres premios de los críticos de Nueva York: película, dirección y guion. Premio del CEC y del público en Valladolid.
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