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RITICA
Por: PACO CASADO
De todas las películas que hizo Elia Kazan esta es la más auténtica y personal en la que se refleja mejor su mundo poético.
Está más cerca de 'La ley del silencio' (1954) o de '¡Viva Zapata!' (1952) que de 'Al este del Edén' (1955).
Un cine en blanco y negro pero grande en calidad y no es que Kazan sea menos grande cuando usa la pantalla ancha del CinemaScope en 'Al este del Edén' (1955) o la magnificencia del color, el lujo y los decorados de 'Esplendor en la yerba' (1961), o 'Río salvaje' (1960).
Kazan siempre ha sido para nosotros una de las figuras más grandes del cine americano, aunque sea de procedencia armenia.
Casi se podría decir que es el tipo de cine neorrealista norteamericano, cine social hecho con valentía, que pone de relieve todas las lacras de una sociedad que si bien aparece como brillante y lujosa no deja por ello de tener cosas que ocultar y de qué avergonzarse.
Kazan, desde su cátedra cinematográfica de gran maestro, es un excelente sociólogo que señala con el dedo siempre firme de su realización en sus obras la llaga sangrante de un sector de la vida norteamericana en cada obra que hace.
El director creador del Actor Studio, prefiere en 'América América' (1964) esta vez el tema de la emigración vista desde el ángulo personal que a él mismo le atañe, porque este film tiene muy mucho de autobiográfico, en el que trata de las ilusiones del joven Stavros, como protagonista y representante de muchos hombres que piensan en ese paraíso soñado de lujo, dinero y esplendor, de constante potosí que supone para muchos la Norteamérica de grandes rascacielos, amplias avenidas y magníficos automóviles de lujo.
Pero América no es sólo la tierra de promisión que muchos sueñan, también allí existe el mal, el ansia de lucro, la explotación, el racismo y la pérdida de la libertad.
Sobre la pantalla en negro nos dice que lo que se nos va a ofrecer lo escuchó él de labios de su familia, por lo que está en el umbral de la autobiografía que plasmó en su propia novela de la que posteriormente haría su personal guion, ya que Elia Kazan era armenio y su tío emigró, como él, a los Estados Unidos.
La figura de Stavros, el protagonista, prende pronto la llama de la esperanza de la tierra prometida, desde el inicio.
Nos indica que el film será un peregrinaje, un continuo anhelo por lograr la libertad y una existencia digna.
El cuadro histórico y social de las minorías armenias y griegas, perseguidas por las autoridades turcas, adquieren hoy día una triste actualidad.
El drama colectivo pasa a ser individual para luego hacerse simbólicamente más universal.
Stavros es el ansia de la aventura, lleva el espíritu nómada impreso en el alma, y el afán de nuevos horizontes.
Su ambición es lícita, pero no los medios con los que la lleva a cabo.
Es la transformación de un hombre a impulsos del ambiente que le rodea.
Es el mismo tema de Al este del Edén (1955), la lucha entre el hombre nómada y el sedentario.
Esta vez no advertimos la técnica del Actor Studio's en la dirección de los actores, cada uno en su papel está contenido, exacto en la matización del personaje, auténtico y sincero.
Cinta sin estrellas lo que la hace más convincente.
Kazan logra un trabajo de dirección cinematográfica muy completo.
La agilidad en la narración de comienzo va lentificándose poco a poco en los trozos de Constantinopla.
Entonces aparece el estilo de Kazan de largas pausas, gestos sutiles en los actores y matizaciones increíbles en los movimientos.
Luego el ritmo se hace más solemne con la llegada a América, para transformase en una explosión con los sorprendentes flash backs de una factura extraordinaria sin precedentes en la historia del cine.
Oscar a la mejor dirección artística en blanco y negro. Fueron nominados el film, la dirección y el guion. Ganó dos Globos de oro a mejor película y Stathis Giallelis como actor promesa. Concha de plata en el Festival de cine de San Sebastián. Premio Sant Jordi al mejor film extranjero.
Una hermosa obra del director Elia Kazan, ganador del Oscar a toda una vida.
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