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CRITICA
Por: PACO CASADO
En julio de 1926 Friedrich Wilhelm Murnau se embarca rumbo a los Estados Unidos y un año más tarde rueda su primera producción norteamericana, 'Amanecer' (1927) que junto con 'Alas' (1927), dirigida por William A. Wellman, sería proclamada como la mejor película del año por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood, que le concedió también el premio a la mejor fotografía.
Elige Murnau como argumento la novela corta de Herman Suderman y le encarga a Carl Mayer el guion de la misma.
Dada la fecha de su producción se entiende que se trata de una producción muda, a la que posteriormente se le añadió la música.
Por ello le bastó para marcar la acción únicamente treinta títulos intercalados a lo largo de la narración, a pesar de que los narradores norteamericanos tenían la costumbre de inundar el film de numerosos rótulos, llenando así la pantalla de literatura en lugar de apoyarse materialmente en las imágenes que como se suele decir expresan más que mil palabras.
El primero de esos rótulos sirve de prólogo en el que se decía: "Una historia de dos seres humanos".
En realidad expresa claramente lo que es esta cinta, un canto de un hombre a su esposa, un hecho universal que no es de ninguna parte y de todas, ya que se puede oír en cualquier sitio, en cualquier momento.
Porque puede suceder allí donde se levanta el sol o donde se acuesta, en la agitación de la ciudad, en el tranquilo atardecer del campo, o en los cielos abiertos de la granja.
Es la vida misma, a veces amarga, otras dulce, con risas y lágrimas.
La película condensa con exactitud el sentido apasionado que tiene esta historia, cargada en todo momento de ternura, de lirismo y de ilusión por la vida.
Hay que señalar el atinado simbolismo que hace el contraste de la fotografía marcando la acción con la luz del sol que simboliza la felicidad, el bienestar y la salud hogareñas, mientras que la luz de la luna en este caso quiere ser aquí el símbolo del mal, el abandono erótico de la mujer de la ciudad que enloquece al sencillo pescador y trata de conducirlo al crimen llevándolo a la oscuridad, mientras que la fidelidad de la esposa y su conducta ejemplar se muestra siempre a la luz del día.
Destaca también la dramática arquitectura a lo largo de las cuatro partes de que se compone el film, la plena y pura felicidad de los protagonistas, la aparición del mal y su acción devastadora, la reconciliación y el triunfo de la conciencia.
Cada una de estas partes están perfectamente medidas y combinadas con prodigiosa pulcritud, sin que sobre ni falte un sólo fotograma en la medida de su duración.
En cuanto a la temática destaca el contraste entre la vida sencilla del campo, con el tráfago constante de la ciudad, con todos los peligros que ello conlleva demostrado con frecuencia.
En cuanto al presupuesto, William Fox no le regateó ni un dolar para que la hiciera a su gusto, quedando así muy satisfecho de haber podido contar con un director tan prestigioso como Murnau, dándole libertad absoluta a su tarea creadora.
Hay algunas escenas destacadas a lo largo de la narración, como la de la reconciliación en medio de la plaza, la pantanosa en la zona cercana a la casa del matrimonio, o la secuencia nocturna del lago con la tormenta que hace zozobrar la lancha, que han pasado a la historia del cine.
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