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CRITICA
Por: PACO CASADO
A parte de la fotografía y la iluminación, se aprecia en la realización, que esta producción tiene once años de antigüedad, que nos llega ahora su estreno con ese retraso, en la que se nos cuenta la historia de una actriz en apuros que intenta ayudar a un amigo a demostrar su inocencia cuando es acusado de asesinar al marido de su amante, una artista de la alta sociedad.
Alfred Hitchcock es sin duda el más grande maestro de psicología cinematográfica que hay en el séptimo arte y lo demuestra en todas sus películas con una técnica depurada en los inteligentes movimientos de cámara.
Posee un particular sentido del humor que pueden apreciar tanto los espectadores que se entregan a la incógnita del desarrollo de sus films, como quienes se quedan fuera de esa línea.
En cuanto a la forma, con su lenguaje ha conseguido darle un interés tal que hace trascender los valores espectaculares de la narración, creando constantemente nuevos recursos.
Hitchcock nos narra a la perfección con la imagen y sin embargo sabe ocultarnos aquello que podemos ver claramente en la pantalla.
Es el poder del hombre que domina el relato y a la par la construcción del plano y su centro de atención.
Por eso su montaje y el desarrollo de su temática van dominados por esos valores espectaculares tan en función de lo que el público piensa que va a suceder.
Pero en esta ocasión en 'Pánico en la escena' (1950) el mago del suspense ha jugado con cartas marcadas y equivoca a conciencia al espectador, haciendo que se base en algo incierto, para que de esa forma no haya manera posible de llegar a la verdad en cualqquiera de las hipótesis que se fabrique.
Él acostumbra a enmascarar, pero no a falsear: presenta la verdadera acción desde un punto de vista tal que nos quedemos un poco en el aire, y de ahí su auténtico valor cinematográfico encontrando el punto de vista adecuado.
Esta es la característica de Alfred Hitchcock, la de sus discutidos pero innegables valores fílmicos.
Esta cinta nos engaña desde el principio y ese engaño, que podía haber producido un aumento del inetrés por la total desorientación, se transforma en un simple deseo de conocer el cómo y el porqué.
Los personajes están bien construidos, no hay más que fijarse en el femenino, protector del hombre, al igual que ocurría en 'La ventana indiscreta' (1954), y también en el del padre de la chica, perfectamente dibujado.
La interpretación es muy ajustada con un estupendo trabajo de Jane Wyman, de una gran expresividad, y la simpatía conseguida por Alaister Sim, sin olvidar la breve pero ya clásica aparición que hace Hitchcock de transeunte en una de las escenas de calle.
Toda la idea central de la película es la de enfrentar los conceptos de simpatía del padre de la chica que sufre con la hija y el protegido; la madre, despistada de todo el problema; la antipatía de la cantante y la apatía de su amigo, que conoce el problema y no actúa, que sólo intervendrá si la cosa se pone mal para él.
Pero en medio de estos téminos, la figura libre de la chica la emplea Hitchcock enfrentándola con cada uno, lo que le sirve claramente para inclinarse hacia la simpatía del padre.
Mención en el Festival de cine de Locarno. Premio National Board of Review.
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