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CRITICA
Por: PACO CASADO
Basado en la novela 'Knock on any door' de Willard Motley, que nos muestra la crueldad de los bajos fondos de una gran ciudad norteamericana que condicionan la vida de un muchacho desarraigado.
Nick Romano, apodado el guapo, es un joven matón de los barrios bajos más peligrosos de la ciudad, con una extensa lista de crímenes a sus espaldas, que es acusado y procesado por haber dado muerte de un policía cuando intentaba llevar a cabo un nuevo robo.
Se había casado con una buena chica y parecía que se había reformado pero volvió a delinquir y ella terminó suicidándose.
En el juicio es defendido por un prestigioso abogado liberal llamado Andrew Morton, un hombre que se ha convertido en un buen abogado idealista, que a pesar de la buena posición social que ocupa, que también salió de los barrios marginales y de la pobreza, conoce bien la posición en la que encuentra su defendido y basa su defensa justificando su conducta explicando al jurado lo dura que ha sido su propia vida.
La expresión del título hace referencia a que en cualquier lugar puede haber un hombre honrado que por desgracia si no se le presta ayuda puede caer en la delincuencia.
A medio camino entre el melodrama social y el cine negro de carácter judicial, es ésta la tercera película que dirige Nicholas Ray, gracias a la amistad que tenía con Bogart, quien conforma su estilo vigoroso en los flash backs - cuando vemos a un joven protagonista, Nick Romano, en los barrios bajos - aunque no puede evitar un cierto esquematismo en la caracterización de los personajes, como el del abogado que incorpora Humphrey Bogart, caracterizado de hombre duro provisto de una gran dosis de idealismo que se convirtió también en co-productor.
El guionista Daniel Taradash consigue una muestra de lo que representa el cine liberal nortamericano de la posguerra, cuyo desenlace, claro y nada complaciente, corrobora la intención de una historia ciertamente ejemplar.
Es curioso señalar que el papel del acusado debía interpretarlo Marlon Brando, pero sería finalmente sustituido por John Derek, que hacía su debut ante las cámaras.
El film tuvo un apreciable éxito comercial, básicamente por la presencia de Humphrey Bogart, aunque se pueden notar algunas deficiencias de guion, sobre todo en las escenas del juicio, por su planteamiento un tanto simplista del tema: el discurso final de Humphrey Bogart, en cualquier caso, expresa, una vez más, la valía de este gran actor.
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