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CRITICA
Por: PACO CASADO
Los que ya tenemos algunos años de experiencia en ver cine, recordamos de pequeños, y años después en su reposición, haber visto esa estupenda película titulada El mago de Oz (1939), de Victor Fleming, con Judy Garland, que cantaba su inolvidable canción Sobre el arcoiris.
Pues bien, para los espectadores de esta generación se ha realizado esta otra nueva versión de aquella extraordinaria producción, basada en el cuento de Frank Baum publicado en 1900, que no tuvo éxito hasta que fue llevado al cine, lanzando al estrellato juvenil a Judy Garland.
Ahora cuarenta años más tarde, lógicamente los tiempos han cambiado, el cine norteamericano lo toma de nuevo convertido en una brillante comedia musical con los ritmos de moda hoy en día, que son diferentes, así como las circunstancias sociales actuales que tenían que influir de alguna manera en este nuevo film.
La adaptación libre del cuento de Frank Baum cambia en algunos aspectos que son accesorios, pero no en lo fundamental, en esa búsqueda de nosotros mismos a través, en este caso, pasando de una niña a una joven y apocada maestra de color de una guardería de Harlem llamada Dorothy, que un buen día sale de su casa buscando a su perrito Toto y sin esperarlo llega por el camino de baldosas amarillas al reino de Oz, en compañía de sus amigos el espantapájaros que busca un cerebro, el hombre de lata que trata de encontrar un corazón y el león que ha perdido la corona de su reino por cobardía, porque le falta el valor para poder conservarla.
Cuando todas esas cosas que buscamos, a veces sin saber que las tenemos, las encontramos nos hemos hallado a nosotros mismos, regresado a nuestro hogar y vuelto a tener la felicidad.
Si bien el cuento de Frank Baum no encontró la fama en su momento, sí la cinta de Victor Feming, que esperamos que continúe ahora con esta nueva versión convertida en un notable musical, fundamentalmente llevado a cabo por gentes de color, con todo lujo y esplendor, con magníficos y espléndidos escenarios, decorados y vestuario, resultando una producción espectacular en la que se han cuidado los aspectos coreográficos a cargo de Louis Johnson y se han montado costosos números musicales con excelentes figurantes.
Con esta película el dramático director Sidney Lumet ha ingresado una nueva faceta en su filmografía probando con el musical, que si bien no es su género preferido, ni el que mejor domina, ni es el más adecuado para esta producción, ya que es un buen artesano para temas dramáticos, sin embargo sí sale bastante airoso de su realización, aunque debería tener más inventiva, originalidad e imaginación.
A pesar de todo, el propio estilo de producción y la historia en sí han prevalecido, si bien se ha alargado demasiado sobrándole algunas canciones sentimentales, no así los números rítmicos en los que se advierte el sello de la música de la Tamla Motown que ha entrado indirectamente en la producción, lo que se advierte en la banda sonora con una estupenda partitura musical de Quincy Jones con las canciones de Charlie Smalls.
Encantador el trabajo de la formidable cantante de color Diana Ross, interpretando las buenas canciones de este film.
En definitiva un espectáculo no completo pero con un digno nivel de resultados.
Nominado a 4 Oscar: Fotografía, música, decorados y vestuario. Premio Image a Michael Jackson.
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