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CRITICA
Por: PACO CASADO
Se estrena en estas señaladas fiestas la última película de Karel Reisz, aquel gran innovador y teórico del cine inglés, que creó el movimiento del Free cinema británico.
Cineasta de una gran visión del cine, estudioso y creador de teorías sobre el montaje cinematográfico, ha hecho escuela y ha dado pie para que otros, tal vez discípulos aventajados suyos, le superen en sus teorías y ahora sea él quien vaya un poco a remolque, pero debido a su gran capacidad creadora le hace subsanarlo.
Reisz se enfrenta aquí a la biografía de la bailarina norteamericana de la década de 1920 Isadora Duncan, quien cambió para siempre las ideas de la gente sobre el ballet con un aire de libertad en cuanto a mostrar su cuerpo semidesnudo.
Sus proyectos de danza así como su actitud y estilo de vida, conmocionaron al público de su época.
Siempre hemos pensado que hacer una biografía en cine es de las cosas más difíciles que hay.
Sin embargo él afronta el problema con serenidad y en breves trazos, con apenas unas pinceladas maestras, desnuda al personaje de Isadora al que conocemos desde las primeras imágenes, sabiendo que nos vamos a enfrentar con una mujer de gran carácter, con una genial artista, más por su personalidad que por su arte.
Isadora Duncan creemos que no fue excesivamente popular y aunque no vivimos aquellos años (1877 a 1927), pero pensamos que de haberlo sido, el eco de su fama hubiera llegado hasta nuestros días.
De ajustarse fielmente a la realidad la película, Reisz ha dado en el clavo al dirigirse fundamentalmente a la figura de la bailarina, más como mujer que como ser humano que ama, como carácter poderoso y fuerte, que como profesional de un arte como es la danza.
Ha acertado al elegir como protagonista de la Duncan a Vanessa Redgrave, una actriz que debe tener un alma gemela con la de la bailarina.
Su carácter es genial, su actitud ante las cámaras es inigualable, un auténtico monstruo de la interpretación, que en algunos momentos nos recordó a los mejores instantes de otra gran actriz, ésta norteamericana, como es la portentosa Katharine Hepburn.
Junto a su belleza natural da perfectamente el papel de mujer vieja, de persona maltratada por la mala y la buena vida, de caprichosa y enferma cuyo fin no podía por menos que ser trágico.
La técnica narrativa de Karel Reisz llama poderosamente la atención, como la de Richard Lester en Petulia (1968), pero de forma más clásica, mezclando imágenes pasadas con las del presente y las futuras, ya que el mismo presente va evocando el pasado y prediciendo el futuro en ocasiones.
Como narración es innovadora y llega a gustar el juego con el tiempo y la forma de montarlo cinematográficamente.
En cuanto a la fotografía de Larry Fizer tiene una calidad formal impresionante.
Esto hace que el film tenga un tono de una grandeza soberana y vaya a tono con la historia que se nos está contando, únicamente comparable a la tragedia griega de los mejores escritores clásicos.
Si notable es la interpretación de la Redgrave, magistral es la fabulosa dirección de Karel Reisz, ya que tiene en sus manos una difícil cinta en la que en cualquier instante se podía pasar de rosca, si bien en el aspecto dramático o en la excesiva duración llegara a cansar.
Sin embargo, y a pesar de las dos horas y cuarto largas se mantiene el interés en todo momento.
Elogios hay que conceder también a la ambientación y a la coreografía que corre a cargo de Litz Pisk, así como está muy bien seleccionada la música clásica que ambienta la historia arreglada por Anthony Bowles, así como el bello tema escrito expresamente para la banda sonora por Maurice Jarre.
Artísticamente nos parece una película muy completa que hay que ver más de una vez para captar la gran cantidad de matices que posee, que se pueden escapar en una sola visión.
Nominada al Globo de oro y al Oscar Vanessa Redgrave, que obtuvo el premio a la mejor actriz en el Festival de Cannes y el de la sociedad de críticos americanos. Premio NBR.
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