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CRITICA
Por: PACO CASADO
Lo que en 'Operación Caviar' (1961) era una buena idea, entre lo cómico y lo patético, en 'Aventuras de Thomas Lieven' (1961), que es su prolongación, se transforma en un tedioso enredo sin sentido, olvidando todo el sabor paródico de la primera parte y quedándose en una sucesión de peripecias puramente casuales.
Thomas Lieven es un agente secreto alemán que intenta dejar esa profesión para vivir una vida pacífica.
Pero la aventura es un atractivo demasiado fuerte y comienza a trabajar de nuevo y pronto se plantea si realmente está haciendo su trabajo o si se convirtió en un agente doble para Inglaterra, Francia o incluso la Rusia comunista.
Para salvar su pellejo hará cualquier cosa.
Interpretada sin fe por ninguno de los participantes, si se exceptúa a Senta Berger 'Aventuras de Thomas Lieven' (1961) es un cademécum de viejos recursos desesperadamente agrupados para conseguir una obra de duración standard.
Tiene una fotografía de Friedl Behn-Grund mediocre tirando a floja, una banda sonora musical de Rolf A. Wilhelm con algunos aciertos entre muchos tópicos, y entre los intérpretes se acusa la clase de algunos de ello, en especial de O. W. Fischer, que carece de opción para poder elegir, sin embargo, para emprender cualquier tipo de empeño superior.
La dirección de Géza von Radványi es endeble, produciendo por sus vacilaciones la lentitud de la película.
En algunos momentos parece que estamos ante una de la serie de films de Michael Constantine, mientras que en otras parece que es una parodia de ellas.
Lo que era en la primera parte un alegato contra la guerra, se transforma aquí, en esta segunda, en un auténtico barullo ideológico, del que únicamente hemos podido poner en claro un cierto cinismo en la visión histórica, y la subjetiva y sensiblera postura de un protagonista egoísta que lo único que quiere es que lo dejen en paz.
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