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CRITICA
Por: PACO CASADO
Con un esquema muy similar al que utiliza George Lucas en su película American Graffitti (1973), este film 'Desmadre a la americana' (1978), vuelve a insistir sobre un tema y una época altamente significativa, la de la juventud inconformista y arrolladora de la Norteamérica de los comienzos de los años sesenta.
Pero si en la cinta de George Lucas la acción se concentraba tan sólo en una noche, predominando en ella las notas humanas y sentimentales, en esta nueva película lo fundamental son las travesuras de todo tipo llevadas a cabo por esos gamberros y alocados jóvenes a lo largo del desarrollo del curso del año 1962.
La acción se sitúa en un típico college o residencia universitaria, donde los estudiantes se agrupan en las denominadas fraternidades que, a modo de bandas rivales pugnan por instalar su supremacía y dominio sobre las demás.
Con varios tipos perfectamente definidos, nos resulta fácilmente identificables para el espectador, el film está todo él salpicado de jocosas y divertidas situaciones y aventuras hasta desembocar en la frenética secuencia del desenlace final.
Pretende ser una parodia satírica sobre la competencia docente y deportiva de dos universidades rivales.
La confrontación de los sucios y los elegantes del colegio Faber, una prestigiosa universidad privada, pertenecientes a las fraternidades Delta y Omega, respectivamente.
Allí estudian Pinto, Bluto, Rodaballo y Nutria, aunque más que estudiar están interesados en las fiestas que en las clases.
La historia se decanta a favor de los malos estudiantes, pretendiendo demostrar que, a la larga, son los que mejores servicios prestan a la sociedad, de ahí el tono grotesco que da vida a toda la narración, con varios elementos perfectamente definidos para que resulten más fácilmente identificables para el público asistente.
John Landis ya nos había dado como realizador 'El monstruo de las bananas' (1973) y 'Made in USA' (1977) y ahora este tercer título, 'Desmadre a la americana' (1978) que dirige correctamente y con bastante habilidad, llevando con buen pulso la narración, y ayudado por la fotografía de Charles Correll de una gran calidad y funcionalidad, así como una conjuntada labor de todo el reparto de jóvenes actores que constituyen el elenco.
Lo mejor, sin ninguna duda, de la cinta es la impecable partitura del veterano compositor Elmer Bernstein, que pasa con una gran facilidad y perfecto dominio de la música de suspense a la bélica o a la de tono más humorístico.
En definitiva resulta una obra amena y divertida, una comedia del subgénero de gamberradas universitarias, muy asequible al espectador para pasar un buen rato en una sala de cine.
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