|
CRITICA
Por: PACO CASADO
Es llegada la hora de las vacaciones y en estas fechas veraniegas se suelen dar con profusión cada año las películas infantiles.
En ellas son habituales las temáticas en las que tanto los pequeños como los animales, se convierten en los auténticos protagonistas.
A veces lo que se hace es adaptar argumentos de adultos a la mentalidad infantil, en cambio otras están concebidos como tales expresamente para los pequeños.
El film que nos ocupa causó una auténtica sensación el pasado verano en su estreno norteamericano, promoviendo toda una campaña en defensa de las ballenas.
Cuando un niño, Jesse, se entera de que los dueños del acuario van a matar a su querida orca, tratará de hacer todo lo posible para liberarla
De esto es de lo que trata esta historia.
Se conjugan aquí las desgracias de un niño y una orca.
El pequeño ha sido abandonado por su madre y es recogido y tutelado por una institución infantil.
Se siente solo, falto de cariño y de amistad.
Posteriormente es entregado a unos padres provisionales pero no acaba de conectar con ellos.
Sin embargo encuentra amistad y comprensión en una orca de un parque acuático que también tiene sus problemas.
Fue capturada cuando era muy joven y el tanque en el que está encerrado se le ha quedado muy pequeño para sus enormes dimensiones.
Por su parte la domadora no acaba de hacer carrera de ella, por lo que los propietarios, al no serle rentable, deciden matarla y cobrar el seguro.
El niño logra ambas cosas: domarla y salvarla de los asesinos que quieren darle muerte dejándola posteriormente en libertad en el océano.
No creemos que hayamos descubierto nada, ya que su argumento y final es muy previsible, ya lo dice el propio título de la película.
Se parece en cierto modo a una antigua cinta que se titulaba Mi amigo Flipper (1963) en la que, con ligeras variantes, sucedían cosas más o menos similares.
Un habilidoso melodrama apto para la mentalidad infantil, en el que el animal y el niño encuentran refugio en la creciente amistad entre ambos y unidos por la misma desgracia de soledad y desamparo en que ambos se encuentran.
La cinta resulta entretenida, aunque previsible.
Mantiene la tensión, sobre todo al final.
Simon Wincer, director de 'Un vaquero sin rumbo' (1990), maneja los elementos con eficacia artesanal, aunque a veces se le vaya de la mano el ritmo debido a la longitud de la misma, para tratarse de una producción infantil.
Un buen trabajo del pequeño Jason James Richter, bonita canción de Michael Jackson y logrados efectos especiales.
Premio BMI a la música. Premio EMA, Génesis, Golden Screen Germany al mejor film. Dos premio Jóvenes artistas al film y a Jason James Richter.
MÁS INFORMACIÓN DE INTERÉS
CÓMO SE HIZO
VIDEO ENTREVISTAS
AUDIOS
PREMIERE