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CRITICA
Por: PACO CASADO
En 1993 se inició esta serie de películas con una orca y un niño como principales protagonistas, Jesse.
Con la primera se hizo una gran campaña en favor de la defensa de las ballenas.
Allí tanto el chico como el animal tenían problemas que resolvían al final iniciando una buena amistad.
En la segunda había otro mensaje ecologista: la contaminación de las aguas de los mares que ocasiona la muerte de la fauna marina.
Por tercera vez estos protagonistas, Jesse y Willy, hacen su aparición, ahora para dar un toque de atención sobre la caza de las ballenas, que está tan prohibida como la comercialización que se lleva a cabo de su carne que se paga a altos precios.
El niño protagonista, Jesse, es ya un adolescente de 17 años y durante el verano se enrola en un barco de investigación oceánica que busca las causas del peligroso descenso de la población de los cetáceos.
Jesse y su amigo Randolph intentan desbaratar los planes de un ballenero que trata de cazar a Willy y a su pareja que está embarazada.
El chico se las ingenia, una vez más, para llamar a su amigo Willy, que también ha crecido y tiene pareja, que acude a una señal acústica y le ayuda a desvelar el misterio de lo que está ocurriendo.
De forma paralela corre la historia de otro niño, Mark, que rápidamente es ganado para la causa en favor de las ballenas, lo que se reafirma en el momento que conoce a Jesse.
Ambos dan una lección al padre de Mark.
El film tiene un argumento casi tan corto como su duración.
Esto origina que sea estirado en ocasiones, como por ejemplo el añadido final, lo que le hace perder el ritmo, haciéndose lento en muchos momentos a pesar de su escaso metraje.
Ojo que en esos metros últimos Willy logra ser padre, por lo que muy posiblemente se nos amenace con una cuarta aventura.
Entre tanto ha muerto Keith A. Walker, que es el creador de estos personajes, a cuya memoria se dedica la cinta.
Cine infantil realizado con corrección por el neozelandés Sam Pillsbury, que cumple su objetivo, una vez más, de entretener a la población infantil.
Premio FAITA para August Schellenberg en los primeros premios americanos en las Artes. Premio Kids' Choise para Keiko en el personaje de Willy.
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