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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hubo un tiempo en el cine, bastante lejano, en que al género de la ciencia ficción pertenecían aquellos producciones cuyos argumentos se desarrollaban en aventuras en el espacio, porque hasta entonces la ciencia no había avanzado tanto como para hacer ello realidad, incluida la fantasía de la Tierra invadida por los marcianos y otros argumentos similares.
Hoy en día todo ello se ha superado y como dice la zarzuela "las ciencias avanzan que es una barbaridad" y ya casi todo en ese género es posible.
Pero además también se ha adelantado en otros campos como el de la robótica y en ese sentido es en el fantasea esta película que tenemos entre manos para comentar.
Alma es una arqueóloga, de unos cuarenta años, que trabaja sobre la escritura cuneiforme sumeria, para el famoso museo Pérgamo de la ciudad alemana de Berlín.
De cara a obtener fondos para la investigación los estudios que está llevando a cabo con su equipo de colaboradores, Alma acepta una oferta de la compañía Terraseca para participar en un experimento extraordinario.
El tema consiste en que durante tres semanas vivirá con un robot humanoide, que está programado para encajar con su personalidad y necesidades, ya que ha sido creado para procurar hacerla feliz en todo momento de esa relación.
El argumento de este film consiste en esas relaciones que se establecen entre Alma y Tom, que es el nombre del robot humanoide que cohabita con ella durante ese tiempo en el que se da una serie de variadas circunstancias.
El guion escrito por Jan Schomburg junto con la directora de esta cinta, Naría Schrader, adapta el relato corto que ha ideado Emma Braslavsky, al que se le saca bastante jugo, ya que al principio esas relaciones son un tanto superficiales y mecánicas, como para pasar el tiempo, sobre todo por parte de Alma, sin embargo conforme van transcurriendo los días se va introduciendo en otras profundidades temáticas y en consideración de lo que supone una relación amorosa y sentimental entre un robot y una mujer, como es en este caso Alma, a la que se le ha pasado el arroz, hablando coloquialmente, que se puede ver en la misma soledad en que se encuentra su padre, cada día más demente, al que le hace la compra una vez a la semana y va a cuidarlo a pesar de que él siempre quiere que le dejen solo y hacer lo que le venga en gana en lugar de que lo saquen a pasear.
Hay un momento en el que Alma y su hermana recuerdan días del pasados en los que siendo adolescentes conocieron a Tom joven (¡!) algo que no acabamos de encajar.
En cuanto a la interpretación el británico Dan Stevens se comporta de una forma contenida, optimista, casi cómica, como que de un robot se trata, sin expresar emociones, salvo cuando lo provoca Alma.
Por su parte Maren Eggert en el personaje de Alma esconde algún que otro secreto y tiene lugar expresar una decepción en su trabajo junto con otros momentos sentimentales y amorosos o declararse su personaje como una mujer atea que no cree en la existencia de Dios.
La directora Maria Schrader no pretende hacer un tratado filosófico, sino una comedia lo más divertida posible, aunque en este caso no surjan las carcajadas, y en ese sentido no complica la realización de la puesta en imágenes.
La película daría lugar para un interesante coloquio sobre el tema.
La banda sonora a piano acompaña perfectamente los momentos alegres como los más reflexivos en la segunda mitad.
Mejor guion en los premios Bavarian. Oso de plata en el Festival de cine de Berlín. Premio al guion y a Dan Stevens en el Festival del cine alemán. Premios del cine alemán al mejor largometraje, la dirección, guion y Maren Egger. Mejor fotografía en los premios de cine Guenter Rohrbach. Premio del jurado a María Schrader en el Festival de Miskolc.
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