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CRITICA
Por: PACO CASADO
Unas veces el arte imita a la vida y otras la vida imita al arte.
'City Hall' (1995) se basa en un hecho real en el que un disparo accidental en las calles de Brooklyn que alcanza a un chico en la ciudad de Nueva York, conduce a una investigación por parte del asistente del alcalde, lo que trae consecuencias inesperadas de gran alcance.
Esos hechos reales están recogidos en su libro por el escritor Ken Lipper, que fue Teniente de Alcalde de la ciudad de los rascacielos, que expone algunas experiencias vividas, aquí noveladas, que parecen coincidir con los hechos con los que suelen comenzar las grandes películas del cine negro.
Un simple tiroteo entre un policía y un mafioso traficante de drogas, lo cual no tendría mayor importancia porque es algo que suele ocurrir a menudo, si una bala no alcanza a un niño de color de seis años, causándole la muerte cuando iba al colegio de la mano de su padre, que es el punto de partida de esta historia.
Esta es la chispa que hace que se altere el curso de los acontecimientos.
Que el propio alcalde John Pappas tenga que emplear todos los recursos de persuasión para desviar la atención, también hace que la prensa y una abogada se interesen en el caso y comiencen a tirar de unos hilos que les llevan a descubrir la trama de corrupción que existe en el interior de la casa grande de la gran manzana.
'City Hall' (1996) se puede inscribir perfectamente en la gran tradición de los films clásicos del género, ya que su esquema se parece grandemente al de las mejores novelas policíacas negras.
Su guion está llevado a cabo por un grupo de excelentes especialistas en la materia, entre ellos Paul Schrader y Bo Goldman, a los que hay que ponerle tan sólo una pega y un defecto frecuente en el género, como es el hecho de abusar de los diálogos y hacer avanzar la acción a base de ellos únicamente.
En el aspecto interpretativo habría que destacar el buen trabajo de ese joven actor que es John Cusack, sobre el que reposa todo el peso de la cinta, ya que Al Pacino figura más en un segundo término, para dar peso específico a la película, muy bien apoyado por secundarios de la categoría de Martin Landau o Anthony Franciosa, perfectamente encajados en sus respectivos cometidos. Pasa más desapercibida la labor de Bridget Fonda que comienza a tomar cuerpo más en la segunda parte del film.
En la banda sonora Jerry Goldsmith subraya con la percusión los momentos más intensos y dramáticos del argumento.
Un correcto trabajo de puesta en escena de Harold Becker, un director que ha pasado desapercibido para el gran público hasta que hizo 'Melodía de seducción' (1989) y 'Malicia' (1993).
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