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CRITICA
Por: PACO CASADO
Un joven intenta lidiar con el terror infantil que nunca ha dejado de atormentarlo.
Tim desde pequeño tenía miedo a la oscuridad.
Su padre le contaba cuentos al irse a la cama, cometiendo el error de que algunos eran de terror.
Tim una noche lo experimenta en sus propias carnes cuando su padre es absorbido por el armario.
La policía investiga el caso pero no da crédito a las declaraciones del chico.
Quince años después Tim sigue teniendo pánico a ese mueble y no se atreve ni a coger la chaqueta de él, ya que su miedo aumenta cada día, al regresar a la casa familiar a la muerte de su querida madre.
Ese miedo le hace inseguro ante su novia Jessica.
A la muerte de su madre visita su antigua casa por consejos de una psiquiatra para pasar allí una noche solo y hacer frente a todos sus fantasmas que les persiguen desde su más tierna infancia.
Estamos ante el típico producto de sustos, de sobresaltos, más que de miedo, ya que los productores le exigieron al director que hubiera al menos una docena de ellos.
Estos se producen por subida violenta de la música, portazos y ruidos varios, así que vayan prevenidos, si es que se atreven a enfrentarse a esta auténtica pesadilla que es su endeble argumento sin mucho sentido, donde lo imaginario, lo soñado y lo real, se confunden con frecuencia, creado un auténtico cacao al espectador, sobre todo en el tercio final, cuando hace acto de presencia el ente al que teme Tim.
Stephen Kay, director de esta producción, no abusa en este caso de la violencia, cosa que es de agradecer y se centre más en el suspense.
Hay varias preguntas que nos hacemos ¿de dónde salen los niños desaparecidos?.
¿Es Franny real o es un fantasma?.
No queremos gastar más materia gris en averiguarlo.
Háganlo ustedes si les apetece y si les gustan las películas de sobresaltos.
A nosotros no.
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