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CRITICA
Por: PACO CASADO
Lo que antes era un género de producciones de serie B se ha convertido, con la introducción de los efectos especiales, en las películas más caras y de otro nivel.
Los jóvenes, que son los destinatarios de esos productos, por su avidez de emociones fuertes, comienzan a cansarse también de estas historias.
Este film está basado en una novela de uno de los magos de esta clase de literatura, Dean Koontz, que según los amantes del género lo ponen a la altura de Stephen King, quien se ha encargado también de adaptarla a la pantalla y además de producirla.
Se inspira en una serie de fenómenos ocurridos en la realidad a los que aún no se les ha dado una explicación seria y muy científica.
Aquí en el pequeño y pacífico pueblo de Snowfield, en Colorado, enclavado en una estación de esquí en las Montañas Rocosas, han desaparecido sus 700 habitantes, acabando con la comunidad, al que llegan dos hermanas que sospechan que es obra de un asesino en serie que anda suelto y sólo encuentran algunos cadáveres sin sangre, ni señales de lucha, y aún vivos el sheriff Bryce Hammond, que es un ex agente del FBI, y su auxiliar, que son ayudados posteriormente por un profesor, experto en este tipo de extraños fenómenos, que trata de desentrañar el misterio y de salir con vida de allí.
Lo mejor de la cinta es que logra crear el suspense desde el principio, con una situación casi única, que causa inquietud en el espectador e incluso le pone en tensión durante el primer tercio de la narración, lo que nos hace pensar que estamos ante una producción original.
Otra cosa será cuando esa fuerza maligna que surge del interior de la tierra, donde ha estado dormida durante muchos siglos, se materializa físicamente y tiene además la facultad mimética de convertirse en cualquier otro ser para provocar el equívoco entre los supervivientes.
A partir de ahí ya no funciona de igual manera y entra en la vulgaridad de cualquier producto al uso de este género.
Joe Chappelle, amante del cine de terror y director de la efectista Halloween: La maldición de Michael Meyers (1995), último capítulo de esta serie visto en nuestras pantallas (aunque no el último realizado) sabe crear atmósferas, como apuntábamos antes que sucede al principio, pero no resulta muy hábil a la hora de manejar los argumentos, ya que le falta sutileza, y termina por echar mano de recursos manidos, al tiempo que los monstruos se apoderan de la situación y los personajes pierden el protagonismo.
Lo que comienza de forma atractiva termina por desinflarse.
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