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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta película está basada en un hecho real ocurrido a Nicholas Katzenbach cuyo hijo, John, se encargó de novelar.
En el guion que se ha hecho de ella se combinan equilibradamente dos géneros: el bélico, con el encierro de militares en un campo de concentración en la obligación de escapar, y el de juicios, que es usado como una argucia para conseguir lo primero.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, en un campo de concentración nazi, se produce un crimen racial y el coronel de los prisioneros pide al jefe del campo celebrar el consiguiente juicio, para mantener el sentido del honor, el valor y la moral bien alta.
Junto a las tensiones de la vida en el campo se suma el problema racial que ocasiona el crimen y cuyo acusado, un piloto negro, ha de ser defendido por un teniente, estudiante de derecho.
El interés es doble, por los problemas del encierro y la incógnita de saber quien es el culpable a desvelar en el juicio. A ello contribuye la atmósfera conseguida en una verosímil puesta en escena y el suspense que se genera, unido a la sorpresa final, aunque su ritmo sea algo lento.
Bruce Willis hace un coronel convincente y sobrio, con un tono de ambigüedad muy conveniente para la historia, al que le da réplica Colin Farrell, como el teniente Hart, que se erige en el auténtico protagonista del film.
El resto del reparto son actores poco conocidos pero cumplen bien con sus papeles.
La música de Rachel Portman no cae en el tópico de esta clase de cintas.
El resultado es una película que no va a pasar a la historia pero es entretenida.
Premio Golden Goblet a Colin Farrell como mejor actor en el Festival de Shanghai.
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