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CRITICA
Por: PACO CASADO
Es una película de encargo que el director Ridley Scott supo hacer suya, para la que creó una atmósfera adecuada con una visión paroxística del lado salvaje de la vida a través del personaje de un detective que tiene que robar para poder pagar la pensión de su ex-mujer, que vive amargado y que cuando va a hacer la entrega de un asesino a Osaka se lo quitan prácticamente de las manos, en un país extraño en el que no le dejan llevar armas y es considerado como un ciudadano más y no como un policía que está cumpliendo con su deber, teniéndose que enfrentar a unas leyes que desconoce.
La clave de la historia no está en la brutalidad, en la desolación del protagonista o en la compasión que pueda producir, sino en el enfrentamiento entre dos culturas, dos formas de ver la vida e interpretar las leyes.
Scott lo hace creíble ambientándolo en una Osaka llena de neones, nieblas, humos, lluvia que, por el tono azulado y el clima frío de la fotografía, recuerda a Blade Runner.
Analiza la naturaleza humana con su mezcla de odios, crueldad, rapiña representada en los traficantes de dinero de la Yakuza (mafia japonesa) capaces de originar una tragedia por dinero. Muy bien Michael Douglas y Andy García.
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