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CRITICA
Por: PACO CASADO
Una película como ésta tan sólo se concibe en una cinematografía pobre y poco desarrollada como es la iraní, en la que la falta de recursos y la opresión política hacen a los directores recurrir a la inteligencia para decir cosas que de otra manera no le son permitidas, como ocurría en otros tiempos en el cine español.
Jafar Panahi, joven director y alumno de Abbas Kiarostami, sigue los pasos de su maestro con esta 'El espejo' (1997).
Panahi debutó con 'El globo blanco' (1995) y con su segundo film, 'El espejo' (1997), vuelve a incidir en el mismo tema, también con una niña como protagonista y una gran ciudad de fondo como principal escenario, en este caso Teherán.
Mina espera inútilmente a su madre a la salida del colegio y al no llegar, decide emprender el camino a casa sola.
Este es el comienzo de una película que se está rodando y la pequeña actriz decide abandonar la filmación.
Pero el director la sigue en su búsqueda de la casa ahora como ella y no como el personaje que interpretaba en la cinta, cuando la joven se pierde entre el bullicio de las calles de Teherán y su viaje se convierte en un deslumbrante ejercicio sobre la naturaleza misma del cine.
Esta elemental anécdota le da pie a Jafar Panahi para observar a una sociedad iraní que trata de cambiar, sin renunciar a sus raíces, pero que aún está anclada en sus costumbres más ancestrales que contrastan con el caos de sus bulliciosas calles, la incapacidad de los adultos para comprender el mundo infantil, el abandono de los ancianos, el desprecio hacia la condición de la mujer discriminada y separados los sexos incluso en el autobús.
Mina será todo un símbolo, una parábola, de la rebelión que debe experimentar la sociedad iraní para alcanzar otras metas por ella misma, sin ayuda, en busca de la verdad como la niña trata de encontrar su casa.
En este largometraje el director vuelve a hacer una crítica política contundente dentro de las capas de una historia engañosamente simple.
Panahi demuestra dominio del elemento audiovisual, pero el problema es que la anécdota es demasiado elemental para colgar tantas cosas sobre ella y esto hace que se haga reiterativa y no apta para el espectador normal, sino para empedernidos cinéfilos que gustan de esos experimentos que suelen circular por los festivales.
Tulipa de oro en el Festival de Estambul. Leopardo de oro en el el Festival de Locarno. Pantalla de plata a la mejor dirección y premio especial del jurado en el Festival de Singapur. Nominada a la espiga de oro en la Seminci de Valladolid.
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