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CRITICA
Por: PACO CASADO
Muchas veces hemos dicho que el cine copia a la realidad, y esto exactamente es lo que el actor Billy Crystal hace con esta su segunda cinta como director (la primera fue El showman de los sábados (1992), no estrenada en España).
Un día en que estaba reunido con varios amigos guionistas y productores hablando de otros matrimonios conocidos, contando anécdotas, al terminar la reunión supo exactamente que esa era la película que quería hacer.
Incorporó algunas experiencias propias y aficiones personales, como el baloncesto, y así surgió la historia de Mickey un árbitro de este deporte que ha de ir a enterrar a su padre a París, junto a los compañeros con los que combatió en la Segunda Guerra Mundial, como lo había dispuesto en su testamento y allí conoce a Ellen Andrews una mujer norteamericana, funcionaria de una aerolínea estadounidense, que vive en París con la que termina casándose.
Ese encuentro ocasional se desarrolla en una relación con altibajos, debido a las constantes viajes de ambos en sus respectivos trabajo y por el hecho de no poder tener descendencia.
Las constantes salidas y viajes para arbitrar los partidos que le caen en suerte, hace que la soledad de la esposa en casa cuando no coinciden en las salida origine la crisis matrimonial.
Esta comedia romántica es contada en flash back por lo amigos en un restaurante mientras le esperan.
Billy Crystal, que lleva bastante tiempo casado con su esposa, quería exponer lo difícil que es mantener el amor en el matrimonio después de los primeros momentos ya que conforme avanzan los años es frecuente que se deterioren las relaciones cuando uno de los cónyuge es feliz y el otro no.
Esto es lo que se plantea en el film, siempre en tono de comedia alegre, iniciándolo con esa reunión de amigos que esperan al protagonista, arbitro de baloncesto, para cenar, mientras entre unos y otros cuentan su historia y ante la inminente boda de otra de las parejas.
La cinta está bien llevada, pero le falta un poco de ritmo y el gancho necesario que tenían las comedias de los grandes maestros de este género para que resulte redonda.
Billy Crystal pretende que todas las situaciones tengan gracia, por lo que ironiza constantemente sintiéndose protagonista y showman con la obligación de hacer reír en todo momento, y eso le pierde en algunas escenas.
Pasatiempo correcto con la siempre grata presencia de Debra Winger, lo que es de agradecer, aunque no sea éste su mejor trabajo, así como la partitura compuesta por Marc Shaiman para la banda sonora.
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