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CRITICA
Por: PACO CASADO
Ya en el crepúsculo del cine negro, Raoul Walsh, un director de enérgica personalidad con algunas incursiones en el género, brinda una obra memorable con Al rojo vivo (1949), con un estilo vibrante y efectivo que nos muestra la cadena de crímenes del protagonista, cuyo objetivo es más el de obtener la fama y sus delirios de grandeza, que el propio dinero.
Es uno de los títulos inolvidables del mejor cine negro realizado hasta la fecha.
Al final de los años 40 la película de gángsteres se modifica al igual que todas las demás ramificaciones de la serie que acentúa su estilo de reportaje por medio de la acción rápida, por golpes sucesivos y ritmo nervioso, además de filmarse ya en decorados reales.
Incrementa también la violencia en su intensidad a través de un sadismo más imprevisto y más universal.
Junto a un arsenal de casos patológicos, nos llega además, más penetrante que nunca, ese olor a corrupción tan propio de cierto universo sociológico y moral.
Es la crónica de los últimos éxitos del jefe de una banda, una especie de asesino megalomaníaco, personaje que está cortado a la medida del actor James Cagney.
Cody Jarret, un famoso gángster que ha conseguido burlar a la policía tras un espectacular atraco a un tren valiéndose de la estratagema de ser arrestado por un leve robo en otro estado, entabla amistad en la cárcel con un compañero de celda, Fallon, que es un agente de policía infiltrado en el penal para conseguir que revele el lugar donde oculta el dinero del botín del audaz golpe que llevó a cabo.
Cody lo acoge como a un hermano, y al planear la fuga se lo lleva con él, hasta que un antiguo confidente del gángster descubre su personalidad.
La acción arranca, para no cesar en el tono que nos evoca su título con un asalto al coche correo de un tren y el asesinato a sangre fría de todos los empleados.
Cody Jarret, un homicida paranoico, dominado por su posesiva madre, es el jefe de una peligrosa banda de gángsteres.
Cody, perseguido durante años por la policía es, al fin, atrapado, juzgado y condenado a pasar una larga temporada en la cárcel y allí planea, junto con su compañero de celda, fugarse y robar la caja fuerte de una fábrica.
Es evidente que estamos ante una brutal evocación del sadismo que contiene la ambición.
Ese estar por encima de todos que grita el protagonista al final de la cinta a su madre, deseo inculcado por ella a Cody, implica una ley de la jungla, de canibalismo moral entre los hombres. Cody es una especie de monstruo, al igual que algunos personajes de Orson Welles, que nos evoca sin duda alguna el gran poderío, sin concesiones, de algunos jefes de estado, de hombres de negocios, o de todopoderosos como Ford o Rockefeller.
Aparte de todo esto la película es meritoria por el gran ritmo y la violencia que Raoul Walsh impone a su relato: el asalto al tren y la secuencia última poseen evidentemente el valor de un reportaje; otras escenas son igualmente meritorias como aquella en que Cody obliga a un hombre a camuflarse en el portamaletas de un coche sobre el que a continuación dispara todo el cargador de su pistola a través de la chapa del vehículo.
Igualmente la escena en la que un hombre de Cody resulta herido de quemaduras durante el asalto al tren, que es llevado a un escondite de la montaña para finalmente ser abandonado, donde la policía lo encuentra tan achicharrado como helado de frío.
Raoul Walsh utiliza con sabiduría la magnética personalidad de James Cagney, un actor especializado en esta clase de personajes, que se encuentra en un momento difícil de su carrera.
Su aportación al personaje es fundamental y eclipsa por completo al presunto héroe Edmond O'Brien.
Esta película supone la vuelta de James Cagney al cine después de una larga ausencia.
Destaca el buen trabajo de Margaret Wycherly, una actriz teatral con esporádicas salidas en cine como en 'El sargento York' (1941), de Howard Hawks, donde fue nominada al Oscar, y en 'Al rojo vivo' (1949) como la posesiva madre de Cody en un personaje realmente extraordinario.
Fue nominado al Oscar el argumento de Virginia Kellogg
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