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CRITICA
Por: PACO CASADO
Antes los directores españoles se escudaban con frecuencia en la censura para ocultar su carencia de sus cortas ideas.
Ahora, una vez abolida, se ha demostrado que éstas continúan siendo cortas, escasas y que el cine español sigue transitando por los mismos malos caminos, al igual que antes, pero ahora ya sin paliativos para poner excusas.
Así se demuestra, una vez más, cuando Pedro Masó ha de recurrir a resucitar a unos viejos personajes que ya le dieron para hacer dos películas, La gran familia (1962) y La familia y uno más (1965), y ahora después de pasados 17 años les vuelven a servir para hacer esta tercera, 'La familia bien, gracias' (1979).
A Carlos Alonso, le ha llegado la hora de la jubilación.
El padre se ha quedado viudo y de los 16 hijos, once están ya casados, tres son religiosos, uno es médico y está en los Estados Unidos, por lo que se ha quedado en la más completa soledad.
Juan Quemada, el industrial pastelero, padrino de todos ellos, tras un intento de suicidio, abandona a su mujer y se instala en casa de Carlos.
Los dos hombres se quedan solos y deciden vivir la arriesgada aventura de visitar y, a ser posible, pasar una temporada con cada uno de los hijos y sus familias, lo que será como volver a reunirlos, como dar un largo paso atrás en el tiempo.
Pero en ningún sitio se encuentran a gusto, recorriendo en un itinerario sentimental cada uno de los hogares, hasta terminar en un asilo.
Esto da pie a que Rafael Azcona ponga su humor negro, su nota tragicómica y que se pueda ver el contraste y el cambio sufrido en la España de los Premios de natalidad, a la presente de la píldora y el intento de la consecución del divorcio.
La gama de personajes es grande, desde el carca super-religioso, hasta el egoísta que no quiere ni a su hermano, el que está dominado por la suegra y mil lacras más de una sociedad que no es la que soñaban los más maduros protagonistas de esta historia. No cabe la menor duda que la influencia de Rafael Azcona es bien patente, aunque no profundiza y se queda en la superficie de los problemas, sin analizarlos, ni buscar las razones del cambio. En lo referente a la interpretación encontramos aquí a un discreto Alberto Closas, mejor José Luis López Vázquez y en cuanto a Pedro Masó ha mejorado en la dirección con respecto a productos anteriores.
Esperemos que este sea el punto final a la saga de La gran familia (1962) que iniciara Pedro Masó como productor a principios de los años sesenta y que ahora ha terminado dirigiendo él.
Pese a contar con el refuerzo de Rafael Azcona, que ha dado un tono menos almibarado a la historia, las anécdotas familiares siguen siendo ejemplares.
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