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CRITICA
Por: PACO CASADO
A raíz de la aparición de la novela del escritor norteamericano Johnston McCalley, un año más tarde, el cine comenzó a interesarse por este personaje justiciero, valiente y viril, y en 1920 Fred Niblo hizo la primera película, "La marca del Zorro", con Douglas Fairbanks.
Desde entonces hasta aquí las versiones han sido imnumerables, siendo la mejor "El signo del Zorro", de Rouben Mamoulian, con Tyrone Power y Linda Darnell, en 1940.
Francia, Italia, España... han hecho sus versiones más o menos serias o estereotipadas del personaje en cuestión.
Pero en esta ocasión se trataba de hacer abiertamente una comedia con el tema. Porque se da la circunstancia que su productor y protagonista George Hamilton, ya había hecho antes una parodia de Drácula, que tuvo gran éxito y que en España se tituló "Amor al primer mordisco", dirigida por Stan Dragoti.
Pero tal vez en esta ocasión se ha equivocado al elegir a su director, un húngaro, que en Inglaterra había hecho una película con bastentes tufos intelectuales y filosofantes titulada "La clase dirigiente", interpretada por Peter O'Toole, que muchos trataron de defender argumentando que en nuestro país se presentó bastante cortada por la censura, con treinta y cinco minutos menos, a pesar de las dos horas que le quedaron, que era bastante limitada en su carga crítica y confusa en su exposición, con un Peter O'Toole insoportable.
La segunda película que conocemos de este director es "Al final de la escalera", un film de terror, hecho nueve años después en Norteamerica, interpretado por George C. Scott y Melvyn Douglas.
De ello desprendemos que Medak es un director más apropiado para asuntos más serios que para la comedia.
A pesar del buen material en potencia que tenía en sus manos, jugando con la aparición de un segundo hermano de Don Diego de la Vega, bastante afeminado, que usa ropas de colorines fuertes y se maquilla más que un travestí, no ha sabido utilizarlo adecuadamente.
Las apariciones se producen a partir de la segunda mitad, como si fueran recursos para apoyar la película y reforzar la primera mitad.
A partir de ahí, la sal gruesa y las morcillas se acentúan, quizás con el único proposito de hacer reir a los espectadores a toda costa, como dice su publicidad, pero se podía haber hecho de forma más elegante.
Esperemos que Ian Fraser, el músico de la película, no se haya olvidado de pagar los derchos de autor de las varias partituras de autores cl´sicos españoles empleadas en su banda sonora, pues de lo contrario sería un plagio descarado.
George Hamilton lidia como puede con estos dos zorros y se apunta un nuevo éxito a juzgar por la buena acogida que ha recibido por parte del público, pero le agradeceríamos que acertara en su próximo empeño con un mejor director.
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