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CRITICA
Por: PACO CASADO
El detective Alonso va tras la pista de Elías, un profesor de ballet, al que cree un presunto asesino de niñas, pero le es retirada la placa y suspendido del caso por los métodos violentos que están al margen de la ley que emplea para hacer hablar al presunto culpable de los horribles hechos ocurridos con esas menores a las que viola y asesina posteriormente cortándoles la cabeza para que no sean identificadas y enterrándolas después para que no sean encontradas.
En su lugar es encargada del caso a la metódica inspectora Vidal a la que le acompaña Alex, un agente novato.
No obstante Alonso sigue empeñado en demostrar que él llevaba razón y continua la investigación por su cuenta.
Por otro lado Matilde, la madre de una de las niñas desaparecidas, también busca venganza por su cuenta, coincidiendo en un determinado momento con Alonso, cruzando sus caminos obsesionados con descubrir al asesino que se esconde tras los brutales crímenes de varias niñas.
Ambos están dispuestos a hacer lo que sea necesario para lograr una confesión, aunque para ello tengan que tomarse la justicia por su mano.
Por otro camino la modélica detective Vidal luchará contrarreloj para evitar que no se comentan más errores irreparables y que esa despejada búsqueda de la verdad se convierta en el más feroz de los lobos.
Una dura historia de venganza y atroces crímenes sin resolver, en la que los protagonistas se mueven al filo de la ley, de personajes que se mueven entre la luz y la oscuridad.
Se trata de una nueva versión del film israelí Big bad wolves (2013) de Aharon Keshales y Navot Papushado, que obtuvo el premio al mejor guion y una mención a la música en el Festival de cine de terror de Sitges de ese mismo año entre otros galardones internacionales, aunque con algunas variantes en cuanto al relato original.
Desconocemos la película israelí original pero desde luego no nos satisface esta versión en la que tras mostrarnos algunos métodos violentos para hacer cantar al presunto culpable se nos despacha con un final que queda en el aire.
En la trama intervienen otros personajes, como es el caso de Romero, el padre de Matilde o el abogado Hipólito, papeles que interpretan dos veteranos como Antonio Dechent y Fernando Tejero, que sirven para rellenar un poco más el argumento o Juana Acosta como la inspectora Vidal.
Los principales corren a cargo de Adriana Ugarte como Matilde, Javier Gutiérrez en el inspector de Alonso y Rubén Ochandiano en el de Elías, el presunto culpable al que últimamente le han caído los más incómodos.
Aunque está rodado en Cádiz y sus alrededores, la mayor parte del tiempo sucede con los personajes encerrados en un sótano en donde la ambigüedad moral se masca en una ambiente asfixiante.
La dirección del cineasta uruguayo Gustavo Hernández, del que se conocen otros títulos suyos como 'La casa muda' (2010), 'No dormirás' (2018) y ahora 'Lobo feroz' (2022) no destaca por ningún mérito en la puesta en imágenes de la historia, pero saca la narración adelante sin problema, resultando entretenido pero defraudando al final.
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