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CRITICA
Por: PACO CASADO
El caso criminal Leopold-Loeb, sucedido en Chicago en el año 1924, ha dado ya varias versiones en el cine, 'La soga' (1948), de Alfred Hitchcock, 'Impulso criminal' (1959), de Richard Fleischer, y 'Swoon' (1992) de Tom Kalin.
El eficaz pero irregular Barbet Schroeder, director nacido en Teherán afincado en el cine norteamericano, acostumbrado a dirigir cine policiaco, acomete esta moderna versión en la que se dejan entrever algunos aspectos que no aparecían en las anteriores, como la posible atracción homosexual entre los dos y el trauma de la dura detective que investiga el caso que se resuelve de forma paralela.
Dos jóvenes estudiantes de la universidad de Oxford, Richard Haywood, el más listo de su clase, y Justin Pendleton, experto en temas forenses, deciden, por diversión, cometer un crimen perfecto, primero para experimentar una sensación nueva y segundo para demostrar que son lo suficientemente inteligentes como para no ser descubiertos y quedar impunes.
Uno es rico, guapo y seductor, el otro apocado, tímido e inteligente, con lo cual se complementan, pero ambos experimentan el mismo temor cuando finalmente acaban por ser descubiertos.
El caso le ha sido encargado a los detectives Cassie Mayweather, más conocida como la hiena, y a su brillante compañero Sam Kennedy, que no acaban de llevarse bien.
El suspense de la película no está en saber quién ha cometido el crimen, que se sabe desde el planteamiento, lo que no le quita interés a la historia, sino en el proceso que se lleva a cabo para descubrir al asesino y la resolución del problema de Cassie, la detective, enfrentada a un atormentado pasado con unos impulsos sexuales muy próximos a la ninfomanía que lo manifiesta con su compañero detective y con uno de los asesinos, del que tiene que liberarse.
Barbet Schroeder mezcla bien los elementos de que dispone para hacer una reflexión sobre el lado oscuro de la ley, con algunas connotaciones sociales y psicológicas, que tanto le agradan, y al mismo tiempo realiza un productor comercial que resulta nada despreciable.
Posee una planificación elegante, realzada por la buena fotografía del italiano Luciano Tovoli.
En la banda sonora compuesta por Clint Mansell se introduce el tema clásico de las Variaciones Golbert, de Hector Berlioz.
Por su parte el trabajo es bastante aceptable de los actores, tanto de los dos jóvenes, como así mismo de la pareja protagonista.
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