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CRITICA
Por: PACO CASADO
Se basa en la vida de Heinrich Harrer, que en la actualidad tiene 85 años, y que durante la Segunda Guerra Mundial era un alpinista vienés que soñaba con escalar la cumbre más alta del Himalaya, el Nanga Parbat, que ya se había cobrado bastantes víctimas antes de su intento.
El protagonista tiene que luchar con el idioma, las costumbres y una religión diferentes, ya que buena parte se desarrolla en el Tibet.
La hazaña tiene también algo de aventura, riesgo, orgullo personal y conquista para su país.
Tal vez lo que interesa al espectador que va al cine a distraerse, a pasar el rato, sea la aventura.
Pero hay otra historia dentro, la del hombre egoísta, que no piensa más que en él mismo, en su sueño, en la conquista de la gloria al servicio de su patria, al que no le importa dejar a su mujer embarazada del primer hijo, o abandonar a sus compañeros de escalada con tal de lograr su meta.
Este hombre hace un largo recorrido al interior de sí mismo y poco a poco va quemando etapas, comiéndose parte de su orgullo y aprendiendo que sin los demás no puede seguir adelante, ya que lo que realmente importa no es lo material sino los valores espirituales y del corazón.
Su amigo le dará una lección y le salvará la vida.
La filosofía tibetana, su contacto con el Dalai Lama, del que llegó a ser su preceptor, hicieron el resto para su verdadera transformación.
Hoy en día está dedicado a defender causas humanitarias.
Jean Jacques Annaud trata de mezclar ambos conceptos, la aventura y el viaje interior.
Si en algo se ha equivocado es en el desequilibrio que pueda haber en la combinación obtenida.
El film tiene también el inconveniente de ser una biografía, género generalmente difícil, por atenerse a unos hechos reales y unas circunstancias concretas.
Cae en la trampa de las producciones de hoy de gran presupuesto, que parece que por fuerza tienen que ser de larga duración. Posiblemente le sobren bastantes metros y sería mucho más llevadera para el espectador medio, que no aprecie la belleza de sus imágenes o la impresionante melodía de la composición de John Williams que abandona las grandes fanfarrias y hace una música más intimista.
Un atractivo añadido (sobre todo para las espectadoras) es la interpretación de Brad Pitt, un actor que poco a poco va madurando y consiguiendo mejores trabajos.
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