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CRITICA
Por: PACO CASADO
Como Charlot, como los Hermanos Marx, como Jerry Lewis, Woody Allen entra de lleno en ese mundo de cómicos para los que la vida resulta algo difícil, una lucha constante, a veces a nivel físico, otras a nivel moral.
De nada sirve el estar integrado en un mundo confortable, en una sociedad de consumo que aparentemente todo lo facilita, porque el hecho auténtico es que el protagonista de "Sueños de seductor" es un probre neurótico que busca ayuda constante en su psiquiatra, en las medicinas o en los amigos.
Woody Allen, madurandose como actor y como autor ha creado una cinta llena de inteligencia y soltura, de la que hay que considerarlo como principal creador, por encima de la simple realización fílmica llevada a cabo correctamente por Hebert Ross.
Allen repite y enriquece su peculiar tipo, ya creado en el tímido de "Qué tal Pussicat?" o en su parodia del Doctor No en "Casino Royale", un reflejo caricaturesco del americano de clase media, con una cierta cultura, un mucho de torpeza y un sin fin de problemas sexuales.
Sobre la base del culto a los mitos como Humphrey Bogart, y el propio cine presente en la profesión del protagonista y en la alusión a varias cintas, el film logra crear un ambiente acertado sobre las condiciones de vida de este hombre infeliz y lleno de complejos, reflejo a su vez de una insastisfacción colectiva y general.
Con una excelente utilización de los actores, sobre todo Jerry Lacy en su parodia de Bogart, y unos elementos formales correctos, el film de Allen resulta un acercamiento válido y sincero, por la vía del humor, a la América actual, tan desdibujada y pobre en la mayoría de los largometrajes de esa nacionaldiad que se ruedan hoy en día, en tanto resulta una cinta en sí misma realziada con habilidad y escasos defectos.
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