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CRITICA
Por: PACO CASADO
No deja de ser interesante la problemática que se ha planteado el realizador Richard C. Sarafian con esta película "Punto límite, cero", en la que un hombre huye durante toda la cinta en un deportivo jaguar blanco.
Pero ¿de qué o de quién huye?. Creemos que aquí está la clave de este personaje símbolo, representativo de nuestra sociedad, de la sociedad de las prisas que nos rodea.
Su vivir intensivo y de prisa, es aún joven, le hace estar ya de vuelta de todo, hastiado de casi todo, y un buen día, tras haber sido soldado en Vietnam, polícua y piloto de carreras, decide tomar el oficio de trasladar coches desde Denver a San Francisco.
Y a lomos de su jaguar decide huir de la policía y de todo, mienstras un discjockey de color, ciego, a través de una emisora, le da consejos, elevandole a la categoría de ídolo popyular durante dos días de efímera vida en el podium de la popularidad, lo que dura su alocada carrera por las carreteras de asfalto o el polvoriento desierto californiano.
Más que ir a un punto de destino, más que ganar la apuesta con el amigo de llegar a una hora determinada, lo que le obliga a ir a velocidad de vértigo, es este huir del mundo que le rodea, regugiándose en la velocidad como último recurso para evadirse, para escapar de todo, como droga mágica que le hiciera dejar de existir por unos momentos al volante de su coche.
La cinta es de cortantees aristas, porque el problema que plantea es para reflexionar, aunque superficialmente pueda ser una simple película de aventuras.
Al igual que en "El hombre de una tierra salvaje", este hombre también huye de algo, de una sociedad corrompida, de un mundo podrido.
Lástima que no se haya logrado un largometraje mejor con tan buen tema.
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