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CRITICA
Por: PACO CASADO
Si en el cine hay argumentos insólitos, uno de ellos es el de esta producción.
Esta es la historia de dos hermanos, Wilder y Wallace, que con la sola mirada son capaces de prender fuego.
En su infancia esta cualidad provocó, sin querer, la muerte de un hombre.
Este incidente a uno de ellos le preocupa, al otro, en cambio, le excita.
El primero se ha casado con Linda una guapa mujer, es bombero voluntario y atiende en los ratos libres una tienda de carretes de fotografía, mientras que el segundo se ha metido a payaso de un circo y saca partido a esa cualidad, pero también se ha enamorado de Linda.
Un día el circo aparece en la ciudad y se reaviva la enemistad entre los dos hermanos, por culpa de la misma chica, una pirómana, que cumple arresto domiciliario por un incendio que ha provocado.
Tal vez lo insólito de esta película sea la cualidad de los dos hermanos, porque por lo demás la historia es de lo más sencilla, vulgar y repetida, con la rivalidad amorosa de los dos hermanos por una misma mujer, pero ese carácter le da un tono insólito y al mismo tiempo increíble, que lo hace a veces espectacular.
No acabamos de comprender que se apoye todo un film en una cosa tan fantasiosa que le hace caer por la base.
Hay que reconocer que le da un aire distinto, como igual lo es la fogosidad amorosa de la protagonista.
Si bien el trabajo del trío de actores es lo mejor que tiene esta cinta, no nos convence en cambio ni el guion, ni la dirección de la misma a cargo de Glenn Gordon Caron, que hace con éste su segundo largometraje, tras debutar con 'Alcohol y coca' (1988).
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