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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando llega la época de las vacaciones escolares surgen también en las pantallas esos productos dedicados a los niños en forma de películas que cuentan cuentos con imágenes reales o animadas que entusiasman a las audiencias pequeñas, pero que a veces también gustan a los adultos que les acompañan.
A raíz del éxito 'Babe, el cerdito valiente' (1995) se pudieron de moda los films de animales que hablan entre ellos y a los que con frecuencia se les suele añadir en el doblaje un lenguaje castizo que a veces no tiene nada que ver con el soso original y que les dota de cierta gracia a determinados personajes.
Esto es algo de lo que ocurre en esta simple historia de una cebra abandonada, extraviada de un circo, que crece creyendo que es un caballo de carreras.
Recogida por un domador de caballos que se encariña con su hija que sueña con ser una jockey como era su madre, ya fallecida, y el animal con ser un caballo de carreras como siempre se ha creído que es.
La conjunción es perfecta y el argumento de lo más predecible, porque ni que decir tiene que terminarán cumpliéndose los sueños de ambas ya que competirá como un pura sangre conducida por la chiquilla.
Los auténticos protagonistas de esta cinta son, sin lugar a dudas, los animales y los efectos especiales que hacen posible el milagro de que parezcan inteligentes acoplando las imágenes a los adecuados diálogos para que así sea.
Una realización discreta, una interpretación correcta de los pocos protagonistas y el resto queda a cargo de los intérpretes irracionales con el gracejo de los dos tábanos y de esporádicos gags de los demás, con algún apunte sentimental y cierta moraleja de que no se debe tirar la toalla sino mirar siempre adelante y vencer las dificultades si se quiere ganar y conseguir un propósito.
Es una producción simplemente para pasar el rato.
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