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CRITICA
Por: PACO CASADO
Aunque con cierta frecuencia los actores se suelen poner detrás de la cámara y hacer sus pinitos como directores, lo que no lo es tanto que en la primera película, y en este caso fue la única, se lograra una obra tan interesante.
Esta fue la única vez que el actor británico Charles Laughton, de quien se dice incluso que tuvo que mandar a rehacer el guion a James Agee (por cierto crítico de cine) para que se lo admitieran los estudios, guion que después finalmente no llegó a utilizar a la hora del rodaje, y que este profesional convirtió en un film de suspense con los mimbres de un simple cuento de hadas.
Un delincuente ladrón de bancos, casado y con dos niños, John y Pearls, roba 10.000 dólares y los esconde en la muñeca de su hija pequeña, antes de entrar en prisión donde comparte celda con Harry Powell, que le sonsaca dónde escondió el dinero antes de morir.
Al salir de la cárcel Harry Powell, convertido en un falso predicador se entera y se casa con la viuda con el fin de descubrir el escondite y hacerse con el dinero.
El argumento de la cinta lo constituye la persecución de los pequeños y donde se dan cita el amor, el odio (impresas estas palabras en los nudillos del predicador), la venganza, el asesinato, el miedo y el perdón, en definitiva la lucha del mal contra la inocencia en cruel batalla, mezclado con un sucio juego de hipocresías y ambigüedades, que no son más que una reflexión sobre los males de este mundo.
A pesar de ser una ópera prima, Charles Laughton eligió cuidadosamente cada encuadre, situó perfectamente la cámara y con la ayuda de Stanley Cortez, dotó a la película de una inusual fotografía con una fuerza poética en contraste con la iluminación expresionista que da a algunas secuencias, que envuelve a los personajes en una atmósfera realmente mágica.
El film posee ciertas ingenuidades y exageraciones interpretativas, como si de recursos de cine mudo se tratara, pero logra un buen trabajo de los actores, especialmente de Robert Mitchum, posiblemente el mejor de su carrera, que otorga a su personaje una enorme credibilidad.
Destacable resulta también el uso que hace de la banda sonora compuesta por Walter Schumann.
'La noche del cazador' (1955), que fracasó comercial y críticamente en su estreno, es una demostración de cómo las obras de arte se revalorizan con el tiempo.
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